30 | Enamorarse de la persona equivocada

689 61 26
                                    

—Te lo advertí.

Si las miradas matasen, Duncan caería fulminado ahora mismo.

Estamos en el aparcamiento del instituto, buscando el viejo Chevrolet de mi hermano en el mar de vehículos que hay aparcados aquí. El parking nunca estaría tan lleno una tarde de lunes corriente, pero es que hoy finalmente nos hemos examinado de selectividad, así que, todos aquellos alumnos de último curso que tenían todas las asignaturas aprobadas, han venido a hacer las pruebas de acceso a la universidad.

La escasa alegría que pudiese haber en mi organismo como consecuencia de que, sorprendentemente, el examen no me ha salido tan mal como esperaba, desaparece cuando mi mellizo pronuncia esas tres palabras a mi lado.

¿Y a qué se refiere? Pues a Maverick, obviamente.

Porque acabamos de pasar junto a él. Estaba metiéndose en su coche para volver a casa y yo no he sido capaz despegar la vista.

Han pasado un par de semanas desde que tuvimos esa enorme discusión en su casa y, desde entonces, no hemos vuelto a hablar. Ni una sola vez. Evito cruzarme con él por los pasillos y ha dejado de venir a trabajar al Burger King, de modo que nuestras interacciones se han reducido a... Cero.

Suelto un resoplido y aprieto el paso para dejar atrás a Duncan, negándome a gastar mi preciada saliva en contestarle.

Con él tampoco trato demasiado. De hecho, hasta hace bien poco no me dirigía la palabra, pero, no sé muy bien cómo, ha acabado enterándose de que Maverick y yo hemos dejado de vernos. Y ahora aprovecha cada maldita oportunidad que se le presenta para recordarme lo mucho que se avergüenza de mí y lo contento que está de que haya roto cualquier relación que tuviese con Crawford.

Yo no estoy nada contenta.

Quizá esto me convierta en la reina de los idiotas, pero me he pasado todo este tiempo deseando que Maverick me abordase en el instituto para pedirme perdón. Cada vez que estaba en mi casa y llamaban al timbre, imaginaba que era él, que venía a disculparse. He fantaseado con que intentaba llamarme o hacerme llegar su arrepentimiento utilizando a mis amigas o a Patrick como intermediarios. Pero nada de eso ha pasado. Lo único que he recibido de él ha sido indiferencia y ya apenas tengo esperanzas de que nos lleguemos a reconciliar.

Ahora actuamos como si fuéramos unos completos desconocidos. Y duele. Joder, duele muchísimo. Lo mucho que le echo de menos me hace sentirme vacía por dentro. No hay nada en mi interior excepto su ausencia, arañándome las entrañas, destrozándome poco a poco.

Intento deshacerme de ello cuando Duncan y yo llegamos al coche. Mi hermano pone la radio y conduce sin abrir la boca, así que yo me concentro en la música que sale del aparato para poder lidiar con la incomodidad de la situación, aunque no resulta muy efectivo. Por ello, cuando al fin llegamos a casa, es un alivio poder bajar del Chevrolet y dejar de compartir ese espacio tan reducido con él. Me pone enferma tenerle cerca.

Por suerte, mamá ya ha regresado del trabajo y es ella quien me lleva al mío cuando como rápidamente y cambio mi ropa del instituto por el uniforme del restaurante.

Allí, Beth ha asumido definitivamente el puesto de Maverick, por lo que las dos trabajamos codo con codo tras el mostrador, escuchando las quejas de Charlie provenientes de la cocina. Nuestro encargado no deja de protestar porque Maverick haya decidido despedirse a sí mismo, refunfuñando ante el inconveniente que le supone el tener que contratar a otra persona que se encargue ahora del trabajo que desempeñaba Bethany.

Ella también sabe lo que ha pasado entre Maverick y yo, pero, a diferencia de mi hermano, intenta no sacar el tema ni preguntarme al respecto.

Debra, Caroline, Loreen, Ethan y mis padres también se esfuerzan por evitar esta cuestión cuando hablan conmigo.

Efectos colateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora