Argh. Odio a Maverick. Odio a Maverick. Odio a Maverick. ¡Odio a Maverick! Ojalá pudiera gritarlo a los cuatro vientos para que todo Detroit se enterase. Pero resulta que ahora mismo estoy sentada en el asiento trasero de su coche.
¿Que cómo he acabado aquí? Pues porque: a) Duncan sigue con la pierna escayolada, b) yo no tengo permiso de conducir, c) Maverick es nuestro vecino y d) los tres vamos al mismo instituto. De modo que el chico se ha ofrecido a llevarnos a mi hermano y a mí en el primer día de clases.
Sí, Maverick es nuestro vecino. Nuestro vecino de al lado, para ser exactos, así que le veo demasiado a menudo. Por no hablar de que a veces su madre me pide que haga de canguro para Valerie, su hermana pequeña (por suerte, ya no tanto). Y, para colmo, también trabajamos juntos, porque este verano a Maverick se le ocurrió la brillante idea de ir a pedir empleo al mismo Burger King en el que trabajo yo. Finalmente, también hay que tener en cuenta que compartimos algunas asignaturas en el instituto.
Así que sí, Maverick es un bicho insoportable y, como veis, estoy obligada a pasar muuucho tiempo con él. Cualquier persona en mi situación también le habría cogido manía, ¿no?
Además, no es que simplemente tenga que aguantar su presencia, sino que siempre está portándose mal conmigo.
Por ejemplo, Duncan le invitó a nuestro cumpleaños número seis y el muy idiota rompió uno de mis regalos: un precioso saltador con purpurina. Agarró unas tijeras y cortó la cuerda por la mitad, como el pequeño psicópata que era. En el colegio, se sentaba detrás de mí y se divertía pegándome chicles y otras cosas asquerosas en el pelo. En el instituto, siempre nos está molestando a mis amigas y a mí.
Pero, sin duda, lo peor que me ha hecho y lo que hizo que empezase a odiarle con todas mis fuerzas ocurrió hace unos dos años. Estábamos en décimo y yo decidí postularme a presidenta del consejo de estudiantes, en un intento por robarle el puesto a Margot. Mamá y Debra me ayudaron a hacer pancartas con cartulinas y rotuladores de colores que luego pegué por todo el instituto. La campaña fue un éxito y parecía que estaba consiguiendo bastantes votos potenciales, pero aún quedaba algo decisivo: el discurso de las dos candidatas antes de las votaciones.
Cuando subí al estrado que habían instalado en el gimnasio para la ocasión, hecha un verdadero manojo de nervios y rezando para que no se me olvidase ni una sola palabra del discurso que tanto me había esmerado en preparar, ni siquiera tuve tiempo de abrir la boca para decir la primera palabra. Porque Maverick se me acercó por detrás y me tiró un cubo de pintura azul encima.
Sí, lo habéis leído bien. Me bañó en pintura azul.
Chillé, le maldije e incluso llegué a pegarle una buena bofetada, pero él no hizo más que reírse y gritarle a Patrick que ahora le debía veinte dólares.
No obstante, lo peor no fue que él se burlase de mí. No, lo peor fue cuando miré al público y descubrí que las más de doscientas personas reunidas en el gimnasio también se estaban desternillando de la risa. Algunos se reían tanto que se les saltaban las lágrimas. No había sentido tanta vergüenza en toda mi vida.
Y, por supuesto, aquello hizo que yo perdiese las elecciones, ya que, al final, todo el mundo decidió votar a Margot.
Entonces empezó la guerra. Desde entonces, no he dejado de tratar de insultar y humillar a Maverick Crawford cada vez que he tenido la oportunidad de hacerlo.
Pero ahora, con un bufido, intento apartar los pensamientos sobre el idiota que está conduciendo de mi mente, sustituyéndolos por la foto mental que le hice a Liam el otro día en la piscina. Estaba deslumbrante con ese bañador negro, a juego con su pelo empapado. Tengo que intentar dibujarlo más tarde.
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Efectos colaterales
Teen FictionCameron y Maverick se odian. Pero a Cameron le gusta Liam, a quien Maverick conoce muy bien. Y a Maverick le gusta Debra, quien es la mejor amiga de Cameron. Así que, cuando Maverick le propone a Cameron aliarse para que ambos consigan salir con su...