28 | Cameron Hudson, al despacho de la directora

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El entrenador Fisher sigue estando enfermo. A nadie le interesa lo suficiente como para haber preguntado qué es lo que le pasa, pero yo tengo la sospecha de que ha pillado el sarampión o algo igual de ridículo.

Lo que sí nos han dicho es que, sea lo que sea lo que tiene, no es grave. De hecho, volverá mañana o pasado mañana, seguramente con la intención de hacernos recuperar todo el tiempo perdido.

Pero ahora mismo no estoy pensando en mañana ni en pasado mañana, sino en el momento presente.

Becca acaba de terminar de comunicarnos toda esta información y ha finalizado su misiva animándonos a aprovechar la hora libre haciendo cualquier deporte de nuestra elección.

No obstante, si esperaba que los chicos decidiesen echarse unas canastas, se ha llevado una gran decepción. Ethan, lejos de intentar mediar y devolver la paz al grupo, como hace siempre que se pelean entre ellos, sigue estando enfadado con Liam y Duncan. Y Patrick y Maverick tampoco quieren tener nada que ver con Donovan y mi hermano.

La mayoría de la gente cree que yo soy la causa del enfrentamiento que está amenazando con desintegrar el equipo de baloncesto del insti (porque no hay ni una sola persona que no sepa lo que pasó en la fiesta de Margot), pero yo estoy convencida de que no es así. Vale, mi conflicto con Liam y Duncan y el hecho de que Ethan, Patrick y Maverick se hayan puesto de mi parte (de forma más o menos explícita) sin duda ha contribuido, pero ya había diferencias entre ellos antes de que yo entrase en la ecuación como variable inesperada. Ethan siempre ha estado en el limbo y, de alguna manera, Liam y Duncan, por una parte, y Patrick y Maverick, por otra, formaban dos bandos bien distintos. A Patrick y a Maverick siempre les han hecho de menos por alguna razón que escapa a mi comprensión.

Aunque la señorita Reyes no dice nada al respecto cuando ve que los cinco se alejan del resto de la clase. Liam y Duncan juntos, Ethan para venir a reunirse conmigo y con mis amigas, y Patrick y Maverick por su lado.

Pero lo cierto es que ellos no son los únicos a los que no les apetece seguirle el rollo a Becca. Nadie hace lo que la profesora de guardia ha dicho: unos sacan el móvil, otros se ponen a hablar con sus amigos, otros se sientan en el suelo e intentan adelantar deberes, otros se largan a los vestuarios a hacer vete a saber qué...

Debra, Caroline, Loreen y Ethan empiezan a conversar sobre los exámenes y, de una forma o de otra, la charla acaba desembocando en el baile de fin de curso. En realidad, es de lo que todo el mundo habla últimamente: selectividad y graduación. Se han convertido en los temas estrella. Todos están de los nervios y me incluyo. Es más, no sé cuál de las dos cosas me genera más ansiedad. Intento no pensar demasiado en ninguna de ellas y, cuando tengo que estudiar, me bebo varios litros de tila para conseguir estar lo bastante serena. Y eso teniendo en cuenta que el listón para entrar en Stamps está absurdamente bajo. Debby, que quiere ir a Yale (como su madre) está que se tira por las paredes.

Sin embargo, no es que esté prestando mucha atención a lo que están parloteando mis amigos.

Básicamente, me estoy dedicando a seguir con la mirada a Patrick y a Maverick, que, sorprendentemente, sí que le han hecho caso a Becca y se han puesto a correr por el perímetro del gimnasio, casi sin hablar entre ellos.

—Eres la viva imagen de la discreción —dice una irónica Caroline a mi lado, pegándome un codazo en las costillas.

Se ha dado cuenta de lo que estoy haciendo.

—¡Auch! —me quejo yo—. Eso duele.

Mi amiga pone los ojos en blanco y se reengancha a la tertulia del resto, pero yo vuelvo a dirigir la vista a Maverick.

Y ahora él también me está mirando a mí.

A lo mejor me he quejado demasiado alto.

Le dice algo a Patrick, ambos dejan de correr y él busca el contacto visual conmigo otra vez.

Efectos colateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora