Dormido parece otro. Está demasiado serio, demasiado tranquilo. Da la impresión de que es mucho más mayor de lo que en realidad es.
Tengo que contener el impulso que me insta a apartarle el pelo revuelto de la cara para poder tener una visión más completa de sus relajadas facciones. Me muerdo el labio inferior, también, cuando mi mirada acaba desviándose a su boca.
A pesar de todo todo lo que pasó anoche, sin duda lo más surrealista fue el hecho de que Maverick fuese tan... Amable conmigo. A su manera, de acuerdo, pero lo fue.
Odio tener que admitirlo, pero no sé qué habría sido de mí si no me hubiese echado una mano. Como mínimo, creo que habría pillado el peor resfriado del siglo.
Y tampoco me hace gracia reconocer que el que hayamos dormido abrazados ha resultado ser sorprendentemente reconfortante, pero mentiría si dijera lo contrario.
De todas formas, en cuanto me he despertado me he apartado de él. No es que me haya ido al otro extremo de la cama, aunque sí que he puesto la suficiente distancia de por medio como para que no sospeche siquiera que me he pasado toda la noche aferrada a él.
Y ahora no puedo despegar la vista de su rostro, pero supongo que se debe a que todavía estoy intentando asimilarlo todo.
Primero el chico por el que llevaba años babeando me rechaza brutalmente (y su novia en potencia me insulta y me humilla delante de docenas de personas), y después el chico al que se supone que odio (y que se supone que me odia) va y se comporta conmigo de esa forma tan... Bueno, de esa forma.
Fue jodidamente raro.
Del mismo modo que es muy extraña la situación en la que nos encontramos ahora mismo. Ni siquiera sé qué estoy haciendo ni por qué. ¿Estoy esperando a que abra los ojos? ¿Con qué propósito?
Debería largarme.
Y me sabe mal por Val, porque parecía muy ilusionada con la idea de que me quedara a desayunar, pero marcharme es justo lo que me dispongo a hacer.
Salgo de la cama con cuidado de no despertar a Maverick y recojo mis escasas pertenencias, es decir, bolso y mis tacones.
En el último momento, antes de cruzar la puerta del dormitorio para después recorrer el pasillo con todo el sigilo del que soy capaz y bajar las escaleras, también me siento un poco mal por el propio Maverick (solo un poco), así que le robo un post-it del escritorio y garabateo un «gracias» en el estridente amarillo del papelito, junto con mis iniciales: C. F. H.
Después de eso, estoy tan decidida a irme que casi se me olvida que mi ropa de anoche está en la secadora, pero acabo acordándome y me lanzo a la tarea de ir en busca del cuarto de la colada. Tras unos minutos deambulando por la planta baja, abriendo todas las puertas cerradas que me encuentro, al final doy con él (está junto al aseo que hay en el pasillo de este piso, bastante práctico, la verdad) y recupero mi jersey y mis pantalones, que están más arrugados que una pasa, pero también perfectamente secos.
Ya estoy caminando rumbo a la salida cuando, al pasar de largo la puerta de la cocina, me parece ver algo por el rabillo del ojo que hace que frene mis pasos en seco y retroceda.
Es imposible, pero quiero comprobarlo.
Y, efectivamente, cuando asomo la cabeza por la puerta de la cocina, descubro que mi imaginación no me ha jugado ninguna mala pasada.
La madre de Maverick y Valerie está sentada a la mesa, tomándose un café con aire desganado, como si nada.
—¿Señora Crawford? —me escucho preguntar, anonadada—. ¿Qué hace usted aquí?
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Efectos colaterales
Teen FictionCameron y Maverick se odian. Pero a Cameron le gusta Liam, a quien Maverick conoce muy bien. Y a Maverick le gusta Debra, quien es la mejor amiga de Cameron. Así que, cuando Maverick le propone a Cameron aliarse para que ambos consigan salir con su...