—¿O sea, que a mí eres capaz de pedirme que follemos sin ningún pudor, pero a Liam no puedes decirle esa tontería de que estás enamorada de él? —resopla Maverick a mi lado.
Sin desclavar la vista del techo de su habitación, cruzo los brazos sobre el pecho por encima de las sábanas y suelto un gruñido de profunda molestia. Ni siquiera me planteo la posibilidad de que sea una pregunta retórica, aunque, incluso en el caso de que lo fuera, me conozco lo suficientemente bien a mí misma como para saber que tampoco me mordería la lengua.
Además, eso de «sin ningún pudor» no se lo cree ni él. Ni siquiera pude aceptar que volviésemos a hacerlo justo al día siguiente porque estaba tremendamente avergonzada. Aunque estuve a punto de lanzarme e ir a su casa de todas formas aquel domingo por la noche, cuando él me escribió por WhatsApp invitándome a hacer justo eso.
—La diferencia entre ambas situaciones es tan abismal que hasta tu única neurona y tú tenéis que captarla —replico, con la dosis justa de ferocidad edulcorando mis palabras.
—No, si lo entiendo perfectamente —contraataca. Sigo sin mirarle, pero siento cómo el calor que emana de su cuerpo me acaricia la piel, porque los dos estamos completamente desnudos bajo las mantas—. A mí me detestas y te habría dado igual si te hubiese rechazado, pero a él le quieres, le has dado poder para hacerte daño y...
—Oh, corta el rollo —le interrumpo, poniendo los ojos en blanco—. Esa mierda de «amar es destruir y ser amado es ser destruido» solo cuela si eres un cazador de sombras súper sexy y misterioso.
Esta vez le echo un vistazo por el rabillo del ojo y veo que, con la mirada perdida en algún punto de la pared de enfrente, frunce un poco el ceño al no pillar la referencia, aunque se repone enseguida de la confusión. Yo aparto mis ojos de él antes de que abra la boca para hablar.
—Solo digo que eres una estúpida por enamorarte. Y encima de Liam —me contesta, cortante—. Pero, si tan difícil te resulta hablar con él cara a cara, quizá deberías hacerlo por WhatsApp o por Instagram.
Ahora la que junta las cejas soy yo, horrorizada ante la idea.
—No pienso ponerme a responder a todas sus stories como si fuera una acosadora.
—Claro —salta Maverick, cuidándose de que percibo bien la ironía que va impresa en cada sílaba que pronuncia—. Porque dibujarle mil veces en plan Margaret Keane no es para nada de ser una acosadora de manual.
—Bueno, ya basta —bufo, al tiempo que, sin pensarlo, me revuelvo en mi sitio, pasando de estar bocarriba a encontrarme de lado para poder dedicarle así una mirada de advertencia. Me estoy cabreando—. Deja de hablar de Liam, ¿vale? Es raro.
—¿Qué tiene de raro? —se apresura a inquirir él, dándose también la vuelta hacia mí, de modo que quedamos cara a cara.
No se amedrenta ante la rabia que llamea en mis irises, un par de tonos de marrón más oscuros que los suyos. No, lo que hace es sonreírme de esa forma tan jodidamente insoportable que me hace sospechar que se pasa horas y horas ensayándola delante del espejo.
—Ya sabes lo que quiero decir —mascullo a modo de respuesta.
Y lo que quiero decir es que hace menos de quince minutos lo único que se escuchaba en esta estancia eran nuestros gemidos y jadeos mezclándose entre sí. Hace menos de quince minutos él se estaba retorciendo debajo de mí mientras yo golpeaba mis caderas contra las suyas una y otra vez, clavándolo a la cama, deseando sentirlo lo más profundo posible. Nunca lo habíamos hecho así, pero, teniendo en cuenta lo poco que ha tardado en terminar, yo diría que le ha gustado bastante.
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Efectos colaterales
Teen FictionCameron y Maverick se odian. Pero a Cameron le gusta Liam, a quien Maverick conoce muy bien. Y a Maverick le gusta Debra, quien es la mejor amiga de Cameron. Así que, cuando Maverick le propone a Cameron aliarse para que ambos consigan salir con su...