Capítulo 8

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Las pesadillas del paso aún me atormentan.

AURELIA

Los días estuvieron tranquilos con forme pasaron. Luke y yo no hablábamos de lo ocurrido la otra noche, así que todo suave. O todo tenso.

Sonrío al recordar cuando me drogue con el inepto de Luke. Luego de la tercer calada había olvidado por completo de que tenía un tatuaje en las costillas.

Rozo mi piel al levantar la remera y veo aquel tatuaje. Está bastante bueno. Aunque no deja de doler aquella frase tan significante.

Me bajo la remera y levanto mis piernas para rodear mis rodillas con mis brazos y apoyo mi barbilla en ellas. No he podido conciliar el sueño desde las siete de la madrugada. Solo han pasado dos horas y aún no duermo.

Quito las mantas que enrrollan mis tobillos y me despego de mi enchufe de energías positivas y negativas. Mi cama.

Me pongo la primera campera que mis manos agarran y salgo de la habitación silenciosamente. Camino hasta llegar a las escaleras; empiezo a subir y subir hasta llegar a la terraza, dónde puedo ver el amanecer. Pero me encuentro con que no estoy sola, si no que hay una persona allí.

Me acerco hasta apoyar mis codos en el borde. «No mires hacia abajo» me repito mientras.

-¿Qué haces aquí arriba a estás horas? -cuestiona en un tono agrio y frío.

-No podía conciliar el sueño y quise venir a este lugar. -Lo observo luego de soltar aquello. Sentí la necesidad de confesarle- ¿Tú por qué estás aquí?

-Quería fumar y estar a solas. Pero veo que lo último no se podrá. -Ironiza, mirándome de reojo.

Me quedo en silencio y ladeo mi cabeza hacia el frente. El sol y la luna eran mi espectáculo preferido, no había nada más, para mis ojos, que aquellos dos. Sonreí como boba al ver los colores mezclados en el cielo.

Dejo de sonreír al recordar las veces que vi el atardecer junto con Connor. «¡Joder, Connor! ¿Es que en todo lo que vea aparecerás?»

Bajo mi cabeza y empiezo a jugar con mis dedos de una manera inquieta. Es como si me afectara el que no esté aquí.

Vamos Aurelia, eres mejor que esto. No dejes que te atormente.

Suelto todo el aire que estaba reteniendo y vuelvo mi vista al sol que se está asomando en el horizonte.

-¿Quieres? Te noto algo tensa.

¿Algo?

-No, gracias -niego al ver aquel porro en sus dedos tendidos hacia mí- ya lo he probado y ya sé lo que pasará.

-Esto te relaja... Pero si no quieres no hay problema.

Mi dedo empieza a moverse rápido sobre el borde como si me estuviera replanteando la idea del puro. «No» grita mi parte racional. Su sonrisa de insuficiencia al ver que me lo está afectando me hace querer agarrar aquel porro y fregarse lo en la cara hasta dejar una cicatriz.

Entorno mis ojos y presiono mis labios. Lo analizo profundamente hasta que doy la vuelta y camino hasta desaparecer de ahí. Creía que me dejaría llevar por su tabaco pero mis pensamientos cambiaron cuando mis pies empezaron a andar hacia la salida de la terraza. Aquel lugar daba miedo, o a mí me daba miedo, y solo por la altura.

Camino a paso lento hasta llegar al final de las escaleras; una persona está parada al final de ésta. Paro en seco y luego sigo caminando hasta él.

-Hola. -Saludo amigablemente. No tenía tanto humor para hablar, pero no iba a pagar mi humor con él, no se lo merecía.

Besos Lejanos [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora