Capítulo 20

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Para ese entonces ya sabía
que te quería.

AURELIA

Me sentía como una estúpida, no podía ni mirarlo a los ojos después de que descubriera que la única forma de soportar la ansiedad era lastimarme. ¿Cómo hacía para verle a los ojos sin sentir vergüenza de mí misma?

Me desperté con un gusto amargo en la boca y me salí de su cama sin mirar a nada. Corrí al baño y me arrodillé frente al retrete, y luego empecé a soltar todo lo que tenía en el estómago. Duré un tiempo vomitando hasta que dejé de hacerlo. Me limpié y luego suspiré. No me sentía bien, me sentía caliente y me dolía el estómago. ¿Será que ese es mi karma por hacer aquello? O ¿por dejar las cosas así?

Me levanté y me lavé la boca. Me vi en el reflejo y llevé una mano a mi cabello y estiré un mechón, éste se salió y lo miré con horror. ¿Qué carajos? Unas náuseas terribles me revolvieron el estómago y me di la vuelta enseguida y volví a vomitar.

—¡Lía! —exclaman mi nombre. Unas manos me recogen el pelo y la otra se apoya en mi espalda.

Era impresionante todo lo que vomité. De tantas arcadas me salían lágrimas ya. Terminé de vomitar y me quedé allí sentada, respirando, o tratando de respirar. Porque me faltaba el aire ya.

Su brazo pasó por debajo de mis piernas y la otra de la espalda, me levantó y me llevó hasta la habitación. Me recostó en la cama y luego trajo un vaso con agua, y un trapo. Me limpió y luego me dio el agua. Se me quedó mirando con una expresión confusa.

—¿Qué? —murmuré, con dolor. Ya que me dolía la garganta.

—¿No estarás... —sus ojos van hacia mi estómago. Los míos también.

—¿Qué? ... No —lo miro asustada y luego a mi abdomen—. Es decir, no hemos tenido relaciones, es imposible.

—Pero... ¿tú no haz hecho...

—¿Qué? ¡No, claro que no! —me irrito. ¿Cómo podía pensar eso? Y aunque así los fuera, no podría hacer nada, no éramos una parejita de novios que se debían nada.

—Ah, bueno, yo solo pensé.

—¡Por dios! —lo miro con horror.

—¿Entonces? ¿Qué demonios te pasa?

Pregunta, más hacia él que a mí, tal vez, pensando qué era lo que me podría estar pasando.

—¿Te crees que yo sé? No tengo ni la mínima idea de por qué vomité de esa forma. Si lo sabría, no estaría aquí pensando qué pasó.

Me mira con ojos entrecerrados. Luego cierta los ojos y apoyó su cabeza en mis piernas.

—Deberías ir al médico. —Murmura.

—No es nada, seguramente.

Connor levanta la cabeza y me mira como si estuviera loca de remate. Me encogí de hombros.

—¿No es nada? Lía, acabas de vomitar dos veces ¡dos! —me muestra dos dedos.

La única forma de saber que lo hice dos veces fue que mis horcadas eran fuertes, a menos que estuviera despierto ya. Agaché la cabeza y froté mis dedos en mis piernas.

—Ya lo sé. —Susurré tan bajo que ni yo pude oírme— No quiero ir, me quiero quedar en la cama.

Existía una de muchas razones por la cual no quería ir. Uno, tendría que quitarme la campera y vería mis rasguños en los brazos, pensaría que estoy loca y me mandaría a un psiquiatra.

Besos Lejanos [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora