Capítulo 10

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CONNOR.

Los juegos ya habían terminado, y sí, habíamos ganado, el equipo rojo había sido el ganador. De seguro porque estaba yo en él.

«El egocéntrico le decían»

Sonrío por mis pensamientos y luego borro la sonrisa al darme cuenta de que había personas allí y que, al verme hacerlo, pensarían que estoy loco. Carraspeo y sigo leyendo el párrafo que me había obligado a leer la enana; según ella le hacía acordar a mí y que el personaje que aparecía ahí era idéntico a mí. Sonrío y niego, que absurdo, jamás haría tal cosa como esa, jamás mataría por nadie.

Apago mi teléfono y me paso los dedos por los ojos, estar leyendo sin concentración a una pantalla por más de veinte minutos me estaba matando los ojos. ¿Por qué siempre me obligaba a hacer algo aquella castaña? O ¿por qué siempre le cumplía sus caprichos?

Recuesto mi cabeza en el respaldar del sillón, donde estaba sentado en aquella habitación para las personas que querían relajarse, y me paso las manos por el pelo. Levanto la cabeza y veo a un grupo de chicas observando a mi dirección, murmuran cosas entre ellas a la vez que se sonrojan. Una capta mi atención, una pelirroja que se me queda viendo fijo, sin titubear. Ruedo los ojos y me levanto de aquel sillón, y camino hasta la máquina expendedora, presiono los botones y espero pacientemente a que caiga la lata de limonada.

Un olor a perfume en exceso inunda mis fosas nasales. Veo por el rabillo como un delgado brazo se pone a mi costado. Me giro y me encuentro con los ojos almendrados de aquella pelirroja que no apartaba la vista de mí.

-Hola guapo. -Saluda en un tono coqueto. La examino de arriba a abajo con descaro, no está nada mal, me la follaría sin problemas pero no es la clase de chicas con las que me gustaría hacerlo.

-Hola. -Le devuelvo el saludo de una manera fría, me gustaba hacerlo, mientras abro la lata de una manera lenta y bebo un largo sorbo.

-No he dejado de observarte y es porque estás para morir. -Coloca una mano en mi hombro y empieza a subir con sus dedos hasta mi cuello. Aquella chica no tenía vergüenza.

-Lo sé, he notado tus ojos en mí. -Recorro su brazo hasta llegar a sus ojos oscuros. Levanto su mano y freno sus pasos- Gracias por el cumplido, pero no me apetece hacer nada contigo si eso es lo que querías.

Ella me da una mirada de "¿En serio?" Y suelta su brazo de mi agarre.

-Idiota.

-¿Qué, por qué no quiero hacer nada soy un idiota? -alzo una ceja.

No responde y da media vuelta para volver con su grupo de amigas. Niego y termino de beber lo último que queda para hacer un bollo a la lata y tirarla al cesto de basura.

Me apoyo al lado de la máquina y cruzo los brazos en mi pecho. Tengo unas enormes ganas de fumar, pero no puedo, estoy intentando dejar el cigarrillo y eso me exaspera. Observo todo con detenimiento, cada acción de cada persona, cada objeto y cada esquina. Mis ojos se detienen en la puerta, que es, ahora, abierta por tres personas que entraron, un chico junto con dos chicas charlando, detrás de ellos aparece la persona que jamás creí que estaría aquí. ¿Es que a cualquier lado que vaya tenía que ir ella?

Sonrío y me quedo viendo como se sienta frente al sillón donde estaba antes, observo como deja su laptop arriba de sus piernas y la abre para teclear algo allí con sus dedos veloces. Camino lentamente hasta sentarme en el mismo lugar en el que estaba antes, frente a ella. Saco mi teléfono del bolsillo y lo enciendo, busco entre mis contactos.

Besos Lejanos [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora