Capítulo 17

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Tu risa es lo más encantadora, y tu tristeza es lo más desgarradora para mí.

AURELIA

Lo de la otra noche había sido el inicio de otro deseo, un deseo más poderoso que el anterior. No me había podido controlar, lo había besado sin pudor, necesitaba tener sus labios pegados a los míos. ¿Qué esperaban que hiciera? ¡Estaba ahí, tan tentador!

Ahora estábamos caminando por las calles vacías del pueblo, estábamos riendo de algo que había pasado, alguien se había caído de una bici y nos habíamos aguantado hasta ahora. Solo nos dimos vuelta y estallamos en risas. Estábamos bien, no había tensión, estábamos bien, o eso creo. Le doy una lamida a mi helado de chocolate y luego me vuelvo a reír.

Había pasado una semana desde su llegada. Una semana en la que empezamos a pasar todo el rato juntos. No nos habíamos vuelto a besar, pero eso no hacía el ambiente más tenso, al contrario, lo hacía más estable.

—¡Te mancharás toda! —bromea.

—No es cierto. —Vuelvo a lamer mi cono y... Vaya, tenía razón. Se me cae en la remera ¡Blanca! La remera que era blanca terminó siendo marmolada.

—¡Te lo dije! —se ríe a carcajadas de mí.

Lo miré como que «Ah ¿sí?» sonreí con venganza y me puse frente a él para luego manchar su cara con el chocolate de mi helado. Él se inclina hacia atrás y solo logro manchar su barbilla; su mano me atrapa de la muñeca y me hace hacia atrás mientras yo me esfuerzo en acercarme y mancharlo todo. Se inclina hacia delante.

—¿Qué haces? —pregunto con incredulidad.

—No debiste hacerlo, linda.

—¡No!

Tarde, demasiado tarde, ya había esparcido el chocolate de su barbilla por toda mi cara.

—¡Connor! —pataleo. Me intento zafar de sus manos pero me agarra y me pega contra él.

—Esto es lo que pasa cuando me manchas con chocolate.

—¡Ya entendí! Ahora suéltame.

Me suelta y me limpio la cara con enojo. Ash, ahora estaba toda pegoteada, lo miro de reojo y cuando pienso que está con la guardia baja lo ataco para enterrar el cono en su cara. Pero parece que ya sabía mis pensamientos, mis malignos pensamientos, porque me rodea con sus brazos los hombros, inmovilizado mi cuerpo, y me amenaza con el cono que me había quitado. Lo miro entre perpleja y asustada. Acerca el conito a mi rostro y mancha mi nariz con helado. Él sonríe al verme así y luego me suelta para empezar a correr.

—¡Te voy a atrapar! —le grito, histérica.

Su risa se escuchaba desde lejos y eso me hizo reír a mí también. Lo empecé a seguir hasta que me choqué contra su espalda, había frenado de golpe. Me colgué de su espalda y rodeé su cuello con mis brazos.

—Te atrapé.

Pero mi sonrisa se fue evaporando cuando vi que no sonreía, solo miraba un peluche, que estaba en el suelo, con nostalgia. Me bajo de él y miro el peluche con curiosidad, luego desvío mis ojos hacia él y veo que no había despegado sus ojos de aquel bola de pelos.

Besos Lejanos [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora