Capítulo 14

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Te he echado de menos.

AURELIA

Bien, hoy tenía que salir de la cama por una buena causa,supongo. Hoy es el cumpleaños de August y sería sorpresa, según Lex y Beth. Nunca me gustaron las fiestas sorpresas, son muy pesadas y me entra ansiedad cuando alguien no sabe de que le están haciendo una fiesta.

«Soy de esas niñatas que tienen la urgencia de arruinar las sorpresas, lamentablemente»

Iría muy sencilla. Eso era más que obvio, conociéndome; soy una amante de lo clásico y lo cómodo OBVIAMENTE. Solo me vestiría mis jeans y mi remera rayada de tonos grises con mangas largas.

Me miro las manos, en ese momento me estaba mordiendo las uñas de la desesperación. Me había lastimado un poco y me salía un hilo de sangre. La ansiedad era notable si me miraban de frente. Tenía a tres personas acomodando globos que, aunque le pusieron cinta por todos lados, se seguía cayendo, y era la quinta vez que pasaba. Me paso las manos por la cara y me acerco a ellos.

—Denme... pedazos de inútiles. —Les digo a aquellos tres que no estaban cooperando.

Les quito la "rosca" de globos, si a eso se le podía llamar así, y los cuelgo de una forma diferente para que no se suelten y caigan al suelo. «Inútiles». Me sacudí las manos y me bajé de las escaleras.
Alex me había dicho que los vigilara, me había dejado un trabajo bastante estresante.

En el poco tiempo que Augustus llevaba aquí ya se había ganado el corazón de todos. Y es que tenían sus razones, él era una gran persona, hasta incluso se ganó el mío.

Unas manos grandes y pesadas se pegaron a mi cadera.

—Te ayudo a bajar, tal vez te caigas, preciosa.

Su tacto, su simple comentario me dio unas terribles ganas de vomitar. ¿Es que acaso no veía que tenía piernas y manos para sostenerme de la puta escalera?

—No gracias. Puedo sola y sin ayuda, y menos si es la tuya.

En seguida quitó sus sucias manos de mí y se alejó a una distancia que me causó tranquilidad, por así decirlo.

Les doy una última mirada a aquellos tres, que no servían ni para hacer un simple trabajo de tres, y me doy la vuelta para salir de aquel salón. Me tiro el pelo hacia atrás y me recojo el pelo en una cola. Sí, tenía el pelo corto y varios mechones se escapaban. Saco las llaves de mi campera de cuero y me subo a la moto para encenderla e irme de ahí.

Era bastante lindo manejar la moto aquella, era ligera y no tenía problemas cuando doblaba en alguna curva.

Flashback.

Ya iba por el quinto intento de mantenerme en la absurda moto. Lo había tratado de convencer para que me dejara usarla, y es que quería manejarla.

—¡Vamos  lía, tú puedes! —me alentaba al lado mío.

—¡Tu absurda moto no quiere mantenerse quieta! —le grité.

Él rueda los ojos y se me acerca. Sus calientes manos se posan arriba de las mías, transmitiendo me calor y seguridad, y se colocó detrás de mí, en la moto. Se había subido y se había puesto pegado.

—Coloca tu pie ahí. —Me indicó con su rodilla levantando mi pierna— Y, luego, pisa fuerte, como si estuvieras pisando un bicho.

Hice lo que decía y coloqué mi pie en donde me decía, en el pedal de arranque.

—Bien, así. —Murmuró en mi oído.

Con su mano encima de la mía, la movió haciendo que el motor resuene. Sonreí sin poder evitarlo y ladee mi cabeza hacia él, quien también sonreía. Mi sonrisa se esfumó cuando la moto se movió y me hizo pegar un susto de muerte.

Besos Lejanos [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora