Capítulo 15

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Te siento a mil millas de mí.

AURELIA

No había podido pegar un ojo en toda la noche, creo que me desperté a eso de las 6:45 a.m y luego no pude volver a dormirme, por eso decidí salir y conducir hasta que amaneciera.

El sol asomándose al final de la carretera era lo más hermoso y admirable.

Acelero, me encantaba oír el rugir de este motor. Los árboles se movían cuando pasaba y era inexplicable la sensación esta. Me muerdo los labios. Desacelero cuando voy a doblar y me meto en el callejón de siempre. Habían muchas cosas perdidas y viejas allí, tenía la ventaja de esconderla.

Freno y dejo parada la moto bajo mío. Me quito el casco y me sacudo el pelo corto. Me bajo y engancho el casco en el volante para agacharme y recojer la manta donde cubría la moto.

—Dime que al menos no le hiciste un rasguño a mi moto. —Doy un salto cuando me interrumpen.

—¡Joder! —me giro hacia el castaño, quien sale de las sombras con las manos en los bolsillos. Me mira expectante. Se me acerca y la moto queda en medio de nosotros.

—Dime que cuidaste de Brenda mientras no estaba. —Murmura, sin despegar sus ojos de los míos.

Caigo de nuevo a la tierra y pestañeo.

—¿Por quién me tomas? —levanto una ceja—, claro que lo hice, Connor.

—Estuve todos los malditos días pensando qué le pasaría a esta preciosura si yo no estaba. —Acaricia el asiento de cuero y suelta un chiflido.

—¿Qué le va a pasar? Estuvo en buenas manos. —Me encojo de hombros y sigo con lo de antes, con lo que iba a hacer si él no me hubiera interrumpido.

—Lo sé. Te he enseñado todo lo que sabes. —Sus dedos rozan mis manos cuando me ayuda a cubrir su moto.

—Eres un mentiroso, no todo lo que sé me lo has enseñado tú —Levanto una ceja y apoyo mis manos en la moto.

Sus ojos se desvían hacia abajo y una sonrisa ladina se le escapa de sus labios, luego levanta sus ojos y se acerca a mí. Me empezó a sudar las manos pero obviamente lo disimulé, no iba a flaquear teniéndolo así frente a mí. Sus ojos seguían fijos en mis ojos.

—Tú eres la mentirosa. —Susurra— Dime, ¿quién te ha enseñado a doblar en las curvas? O ¿Quién te enseñó a encender la moto? O inclusive, ¿quién fue el que te enseñó a cambiarle los neumáticos?

Cruza sus brazos sobre su pecho. Caray, me expuso como la más novata. No sabía cómo mentir ya.

—Bueeno, puede que en esas dos cosas me hayas ayudado, casi tres, pero no son tantas eh. —Comento, mirando hacia abajo.

No dice nada así que decido mirarlo. Había borrado su sonrisa a lo que la mía se borró por inercia también, ahora me miraba con ojos oscurecidos. Tragué saliva, mucha saliva para ser exacta.

Él se acercó lentamente y apoyó sus manos al lado de las mía. Modo nerviosismo activado. Se acercó más, sus ojos se desviaron a mis labios, o eso pensé, y los míos a los suyos también. Su aliento caliente choca contra mi labio superior. Suspiro y me alejo de él con mucho autocontrol. No quería que el segundo día de su llegada fuera así.

—Eh... creo que es mejor que suba, Alex me espera. —Murmuro.

—Sí, será mejor que yo suba también, —se rasca la nuca y sacude su pelo— tengo que poner orden en mi habitación.

—Sí. —Presiono mis labios.

Me miro las manos y luego a él y su fachada desalineada. Llevaba puesto unos vaqueros azules y una remera negra con un logo gastado. Sus brazos resaltaban más, estaba distinto; tenía su piel más morena y sus pecas resaltaban más, su pelo tenía destellos rubios. Estaba más guapo que la última vez.

Besos Lejanos [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora