Cap. 18

18 1 0
                                    

Cuando salió del hospital se dirigió directamente a una parada de taxis, en donde por suerte un hombre parecía estar disponible.

— ¿Está de servicio? — preguntó tras golpear dos veces el cristal con el nudillo del dedo índice.

— Claro, suba — se metió al coche de color blanco con toques verdes y rojos — ¿A dónde le llevo? —

— Al cementerio de La Gloria —

— De acuerdo —

Sin preguntar más, el taxista se puso en marcha. Martín se había subido en los asientos d detrás, y el conductor de vez en cuando miraba por el retrovisor a su cliente, ya que este no transmitía ahora mismo muy buenas vibras debido a la capucha, que tapaba su cara, y su flequillo, que hacía la misma función para cubrir las gasas de su cara.

Cuando llegaron allí pagó lo que le debía por el viaje, con el dinero que tenía en la carcasa de su móvil, y se adentró al cementerio. Hacía algo de frío y se había levantado algo de viento que movía las copas de los árboles haciendo caer algunas hojas. Al llegar a las lápidas se dio cuenta de que no traía ninguna flor nueva, y que las que estaban allí se estaban ya marchitando. Suspiró y limpió ambas lápidas en donde los nombres de sus padres y la fecha de su muerte estaban grabados. Miró a su alrededor para ver donde podía dejar las flores marchitas, y descubrió un nuevo arbusto de hortensias azules y rosas, al lado suyo estaban unos mantos blancos, así que dejó las flores marchitas bajo el arbusto y se acercó a los mantos, miró a sus laterales y de forma rápida cogió dos de ellos, los cuales apenas durarían hasta el domingo siguiente. Se puso de rodillas sobre ambas lápidas y subió la cabeza para ver el cielo, que estaba despejado, y reflejaba las nubes amarillas por la entrada al sol.

— Buenos días padre, madre — dijo tranquilamente sintiendo una ligera ráfaga de viento acariciar su cara; sonrió — Han pasado varias cosas desde la última vez que vine. Casi dejo a Eloy, pero yo creo que hemos hecho las paces, aunque esta mañana no me lo encontré a mi lado al despertarme; siempre tiene mucho trabajo, y por eso supongo que estemos en esta crisis, pero yo lo quiero — hizo una pausa para cerrar los ojos y suspirar antes de seguir hablando — Me he reencontrado con Cristóbal, la primera pareja que tuve y que fue durante mi servicio militar, ya os había hablado de él, pero verlo cara a cara es más duro de lo que pensaba, sobre todo porque sigue teniendo sentimientos por mí, y me duele no poder corresponderle — rió un poco al recordar algo — no sé si lo estaré o no, pero creo que estoy embarazado de Eloy a pesar de no haber estado en el celo con él — soltó una pequeña carcajada — todavía recuerdo cuando me hablabais del sexo, como no sabíais explicarme como iba el celo de un Omega y lo acabasteis buscando en internet, incluso cuando me dijisteis de que tuviera cuidado en las relaciones y usara condón o pastilla anticonceptiva... No creo que me vaya a tomar la pastilla del día después, igual si tenemos un hijo... todo se solucione un poco más y Eloy pase más por casa, aunque pase lo que pase no pienso cargarle el hijo si no lo quiere, pero él decidió hacerlo sin condón ayer... — llevó sus manos a la cabeza — supongo que ahora no tendré el celo hasta dentro de unos meses... — sintió sus mejillas húmedas y el viento se puso un poco más agresivo — ya sé que no debo de llorar, pero... Siento que algo malo se viene encima — limpió las pocas lágrimas que tenía y sonrió — por cierto... pienso adoptar a un niño pequeño de 6 años, él también ha perdido a sus padres y... encima los perdió de la misma forma que yo a vosotros, por eso quiero darle una buena niñez — miró su reloj, ya eran cerca de las 11, el tiempo se pasaba tan rápido... — bueno papás, tengo que irme ahora, fue agradable hablar con vosotros — dijo sintiendo la misma caricia de viento sobre su cara mientras acariciaba los pendientes de sus orejas.

Al salir del cementerio corrió a su casa, allí Kay estaba tumbado en el sofá panza arriba. Al verle empezó a saltar de alegría y a ladrar. Fue a su cuarto y cogió unos libros que guardó en una mochila, también cogió su portátil, una libreta con lápices, comida para Kay y agua. Cogió la correa de Kay para sacarle de casa y pidió otro taxi. Al principio le negaron ir con su perro, pero le dijo que le pagaría de más por llevarle y acabó aceptando.

Quiero Volver ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora