Cap. 14

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La Alpha intentó tirar de él, pero no pudo ni moverlo un centímetro del regazo de Martín, ya que este se había aferrado al delgado cuerpo del Beta como intentando protegerlo. Sus pupilas se habían contraído de forma violenta, y sus ojos ya no eran claros, sino era un rojo granate intenso que daba hasta miedo al verlo. No había brillo ni vida ahí dentro, y Cristóbal supo al instante que no era Martín al que veía, sino a su Omega interno, el cual solo había visto en dos ocasiones, sin contar esa, en el ejército. Las máquinas a las que estaba conectado Martín empezaron a pitar al ver altas pulsaciones, altos niveles de estrés y adrenalina por su cuerpo. Una bomba de feromonas agresivas estalló en la habitación y todos fueron afectados por ellas, como si ahora todos aquellos fueran desconocidos. Todos menos Cristóbal, como Alpha puro; y Marcos, quien aun así se había separado de forma considerada de su amigo. Martín se aferró más a Bryan mientras escondía la cabeza del pequeño en su hueco del cuello. Todos estaban de rodillas en el suelo, sin levantar la cabeza. Cristóbal seguía sin entender que le ocurría a Martín, pero sin preguntarle tampoco usó sus feromonas para dejarle vulnerable de forma que, su agresividad, pasó a sumisión en una décima de segundo, haciéndole mostrar su cuello mientras gimoteaba. Marcos, abrumado por la mezcla de aquellas fuertes feromonas, tuvo que acercarse a la ventana para tomar aire fresco antes de entrar en un ataque de pánico y vomitar.

Cuando la habitación se ventiló de las feromonas, las enfermeras, que se habían quedado tras la puerta, entraron, encontrándose a Martín entre sudores, gestos de dolor y de vuelta a la inconsciencia.

— ¡Todos fuera de aquí! — dijeron ellas de cierta forma molestas empezando a despejar la habitación, exceptuando al pequeño Beta, quien se había aferrado con una sonrisa al torso del Omega.

Cristóbal estaba confuso, pero aun así salió como el resto al pasillo. Intentó acercarse para ver, pero justo cuando iba a abrir la boca para preguntar qué ocurría, las enfermeras cerraron la puerta delante de sus narices de forma rápida. Las máquinas, que habían seguido pitando, pero ya de una forma más leve, dejaron de sonar tras unos minutos de espera.

La puerta se volvió a abrir, pero una de las enfermeras, la que parecía más mayor, alzó la mano a modo de stop, deteniendo a todos de entrar.

— No pueden entrar todos al mogollón, el Omega no se encuentra lo suficientemente bien como para tener que aguantar a toda esta gente a la vez — dijo molesta — Necesita reposo y tranquilidad durante los primeros días — avisó la enfermera con el ceño fruncido.

— ¿Qué ha ocurrido con él? — preguntó Cristóbal preocupado y de cierta forma desesperado y ansioso.

— Le hemos medio dormido para que no se vuelva a alterar y le bajen los niveles de adrenalina, y le hemos bajado la fiebre que le había salido por su uso de feromonas —

— ¿Tienen alguna explicación ante ese comportamiento? — preguntó la Alpha de servicios sociales mientras desabotonaba dos botones de su camisa ante el sofoco que había pasado por las feromonas del Omega.

— ¿Saben si su amigo tiene la intención de tener hijos o si tiene dificultad para ello, pero un deseo intenso? —

Cristóbal no sabía que decir, tampoco podía hacerlo ya que hacía años que no veía al Omega, así que casi no sabía nada de su nueva vida fuera del ejército. Esta vez habló Marcos, el más cercano a Martín, quien miraba a Mario para que corroborara con asentimientos de cabeza.

— Es muy apegado a los cachorros, les coge mucho cariño nada más verlos y sabe ganárselos rápidamente. No es que tenga una dificultad física y metabólica para tenerlos, pero no está en una buena etapa con su pareja y ese deseo de maternidad se lleva posponiendo desde hace mucho tiempo, posiblemente muchos meses —

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