Cap. 32

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Preparó el escenario como si hubiera tenido una caída normal y hubiera sido puesto en cama por Mario y él después de la caída. Solo tenía que llamar a Mario y ponerle al día, mentirle un poco para cubrir su estado de celo y que no se enterara de ello, y que viniera con sus supresores para calmarse; pero al buscar su móvil por todas partes no lo encontraba. Se empezó a desesperar y antes de seguir buscando más, sintió como el calor atacaba su cuerpo, y como no tenía sus pastillas a mano, fue a la ducha a pegarse una ducha de agua fría que lo mantendría sereno durante unos minutos más.

Después de limpiarse y mirar en el espejo el escándalo que había Cristóbal de su cuerpo, llenándole de chupetones pequeños, grandes, morados y rojos; mordidas fuertes y más flojas; y marcas de sus propios dedos al apretar la carne de la que había disfrutado los tres días anteriores con pasión.

Martín cogió su ropa por ahí tirada y fue al botiquín otra vez para mirar los supresores de Mario. Cogió el bote de pastillas blancas y azules y miró la receta.

— No tomar varias pastillas a la vez. No tomar si no está en celo. No tomar sin prescripción médica o en condición de Omega... — leyó en bajo mientras rodaba los ojos ante esto último. Cambió de párrafo para leer los efectos secundarios — Fuertes dolores de cabeza, náuseas, trastornos en el ciclo del celo... Bla, bla, bla... — dijo restándole importancia — Solo me tomaré una y ya —

Al tomarla sintió un ligero sabor raro en su lengua que después se esfumó al tomar más agua y tragar rápido.

Dejó la botella en el fogón una vez vaciada y escuchó varios portazos en la puerta, así que extrañado se acercó a la merilla de la puerta, pero antes de poder levantar la merilla para poder mirar, la puerta fue reventada de una patada, tirándole al suelo y golpeándose la cabeza contra el suelo de forma que le empezó a doler la cabeza del golpe seco que se había llevado.

Confuso y con rabia, enfadado y con ganas de gritarles a esos imbéciles que habían entrado por la fuerza en una casa que no era suya, se levantó del suelo con los puños cerrados, se plantó delante del grupo y vio que estos no se movían después de haber hecho ese jaleo.
Se quedó estático, el grupo de Alphas delante suyo estaban de pies juntos, con la cabeza arriba y las manos juntas delante de su cuerpo; llevaban traje negro, camisa blanca y corbata negra ajustada, llevaban gafas negras de sol que cubrían sus ojos y no dejaban ver a través de ellas; un pinganillo en la oreja y el conocido logotipo que por años él también había portado en su pecho con orgullo.

El grupo se dividió en dos, y cada parte dió un paso hacia un lado, dejando un pasillo por medio por el que Eloy entró fumando un puro con una sonrisa. Sus manos estaban cubiertas por unos guantes negros de cuero, llevaba un traje de color tofe, y una gabardina, su cuello tapado por una bufanda fina tofe también; su pelo parecía peinado con gomina y sus ojos color claro lo miraban fijamente. Después miró hacia el sofá, donde Cristóbal estaba inconsciente con la cabeza vendada.

— Por fin os encuentro — dijo expulsando el humo de sus pulmones por su boca, haciendo que este golpeara la cara de Martín. A este nunca le gustó fumar, era por eso que tosió con fuerza al respirar una mínima cantidad del humo insano.

Eloy chiscó los dedos y la mitad de los hombres de traje de acercaron a Cristóbal para cogerlo. Martín al ver su intención se puso delante de ellos empuñando entre sus manos la misma silla contra la que Cristóbal se había golpeado antes la cabeza. Los Alphas de traje sacaron sus pistolas y apuntaron a su cabeza.

— ¡No disparen! Les recuerdo que los quieren con vida, si no quieren pagar el error con su vida bajen las armas — habló Eloy rodando los ojos y tirando el puro al suelo, apagándole con el zapato, dejando la mancha negra en el suelo — quiero que vengas conmigo por las buenas, sino mis chicos te llevarán a la fuerza — dijo apartando con un dedo la silla de su trayectoria para poder llegar a Martín, pero sin tener en cuenta que el cuerpo de este estaba tan tensó, que ni pudo mover la silla con la poca fuerza que ejerció sobre ella — Veo que estás tenso —

Quiero Volver ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora