Cap. 20

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El Alpha gritó de dolor y justo se oyeron disparos en el interior del edificio. Cristóbal cogió el móvil del Alpha, no era tan importante como para tener el número de su jefe, así que lo lanzó al aire haciendo un home run con el bate, después golpeó hasta hartarse la radio del coche, le dio un segundo navajazo al Alpha en la rodilla de corte profundo, y por último con el cuchillo pinchó dos ruedas, así ya no podría huir.

Caminó hasta el interior del orfanato, dejando al otro agonizando de dolor en el suelo con un charco de sangre alrededor de su muslo. Al entrar a la recepción, notó rápidamente las feromonas de Omega asustada, y al echar un vistazo vio a una de las cuidadoras abrazando a un niño pequeño, escondida detrás del escritorio llorando en silencio mientras calmaba al niño. Ella le señaló la dirección de la que provenían los disparos, no eran en la planta de arriba, donde las habitaciones, sino en el patio, donde estaba el resto de niños.

Al caminar en recto llegó a un cruce en el que tenía que desviarse, derecha o izquierda. Escogió la derecha por el rastro de sangre que lo llevaba a los baños. Al entrar vio a dos Betas, que chillaron de horror al verlo, pero las mando callar con tranquilidad. Una de ellas estaba herida, una bala desviada hacia ella en el estómago. Cristóbal cogió las cortinas que rodeaban la bañera, descubriendo allí a un grupo pequeño de niños aterrorizados. Puso la cortina alrededor del cuerpo de la Beta, atándola con fuerza, haciéndola gemir de dolor, pero así parando la hemorragia.

— Llamen a una ambulancia y a la policía — dijo dándoles su móvil.

Ellas asintieron y le dieron las gracias. El caminó por el pasillo y llegó al final al comedor, donde un gran ventanal hacía de puerta al patio. En medio del comedor un Alpha corpulento se retorcía como gusano en el suelo por un disparo en el hombro y otro en la cintura. Su arma había caído lejos, y por el rastro de sangre se había arrastrado para alcanzarla. Tenía una distancia entre su brazo estirado y el arma de una mano, así que Cristóbal con una sonrisa malvada chutó la pistola, mandándola aún más lejos, haciendo al hombre agonizar en cansancio y dolor. Pero su sed de sufrimiento ajeno no se quedó ahí, sino que con fuerza pisó su hombro herido, justo en la herida de la bala, haciéndole gritar llamando la atención de sus compañeros, que luchaban fuera cuerpo a cuerpo.

Un disparo terminó de rompiendo el cristal del ventanal que ya estaba más que agrietado. Cristóbal tuvo que agacharse para no ser dado y al echar la mirada hacia la dirección del disparo vio a su ex amigo.

— Richard... —

— ¿Sabes a qué precio está tu vida ahora mismo allí? —

— A mucho, soy una pieza imprescindible, lo sé —

Richard sonrió de oreja a oreja lanzando su pistola lejos de su alcance, justo en la otra punta del comedor.

— No pasa nada si llegas con algunos moretones, huesos rotos o heridas. Mientras te lleve vivo da igual tu condición, es bueno el pago que me dan —

— Que cruel — dijo Cristóbal fingiendo tristeza y dejando su arma lejos también — No pensé que se enfadarían tanto por una pequeña escapadita —

— No sabes cuanto tiempo llevo esperando esto... Enfrentarme a ti de una vez por todas—

— Pues empecemos... Porque mis ganas son las mismas —

Ambos empezaron a caminar en círculos como hacían los de boxeo.

— Ese Omega... ¿Tanto te gustaba como para escaparte de tu hogar? —

— Nunca fue mi hogar, y él me hizo abrir los ojos —

— ¿Te abrió los ojos u otra cosa? — se burló de forma hiriente, queriendo sacar esa poca paciencia de Cristóbal para que fuera el primero en lanzarse a la pelea y ser más fácil golpearlo.

Quiero Volver ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora