Cap. 35

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Los dos cargaron sus armas mientras Roger y Mario, delante suyo, alzaban las manos a modo de rendición. Marcos, que estaba escondido con un arma entre las manos, temblaba como gelatina a pesar de no ser apuntado de forma directa con el arma. Tenía los ojos cristalizados y se mordía el labio inferior para no ponerse a llorar allí mismo llevado por los nervios y el terror que invadía su pequeño cuerpo.

Mario y Roger miraban a los ojos a sus enemigos, los cuales sonreían con burla al tenerles atrapados y sufriendo por el cuándo dispararían, o si llegaría la policía antes de eso, pero antes de que los atacantes pudieran ver que sucedía, Marcos por delante suyo entre Roger y Mario, y los policías por sus espaldas, empezaron a disparar. Los dos cayeron al suelo entre alaridos, y un charco de sangre se formó alrededor de uno, quién tirado en el suelo boca abajo, había recibido un disparo demasiado cerca del corazón quedando con el pulso muy débil.

Mario se giró para coger al vuelo a Marcos, quien había logrado levantarse de la silla para disparar, ya hora se había desmayado por la presión de disparar a alguien. Roger ayudó a Mario a llevar a Marcos a una de las habitaciones para descansar; de mientras, la policía veía los tres cuerpos. Uno sin vida, otro sin consciencia y rozando la muerte, y otro demasiado vivo y retorciéndose de dolor en el suelo.

— Que lo traten los enfermeros pero que no lo lleven a un hospital, quiero interrogarle en la comisaría — habló Roger presentándose frente a los agentes, los cuales asintieron ante su orden sin dudar al ver que era el jefe de la comisaría. Se acercó al sospechoso con vida, lo cogió del cabello y levantó su cara mientras esposaban sus manos a su espalda — sabes lo que quiero saber, si lo dices ahora y renuncias a tus derechos podrás ir al hospital y ser tratado correctamente. Si no lo haces y por el contrario pides un abogado, te llevaré a comisaría tal cual, y allí te preguntaré hasta que se te cierren los ojos del sueño y te rujan las tripas del hambre, pero no te dejare ni dormir, ni comer hasta que respondas a la única pregunta que te haré y te repetiré tantas veces como hagan falta hasta que no puedas recordar nada más que la pregunta en tu cabeza — dijo mostrando sus colmillos en un intento de sometimiento, un intento de amenaza.

— Quiero un abogado — rió.

Roger soltó su cabeza sin cuidado y el sospechoso se golpeó la cara contra el suelo de forma brusca de manera en la que, su nariz crujió comenzando a sangrar mientras se quejaba

— Que traten sus heridas de forma leve, lo quiero sin anestesias ni nada en una sala de interrogatorio — lo miro desde arriba respirar por la boca ya que por la nariz seguía saliendo sangre — pienso mantener mi palabra sin retractaciones — dijo terminando de hablar con un gruñido que estremeció a más de uno, incluso el herido que fue levantado y llevado hasta los sanitarios.

Roger se asomó a la habitación donde estaban Marcos y Mario, viendo que se abrazaban con cariño, y de inmediato pensó en Martín. Un conocido suyo había ido allí para ayudar a sacarlo de allí, pero desde que habían perdido la conexión con Eloy por la mala cobertura del lugar, iban a ciegas y ni siquiera podrían conocer la ubicación a través del rastreador.

Salió de aquella casa que ya empezaba a oler a putrefacción por el cuerpo allí retenido durante más tiempo y el cual ya se llevaban. Miró el sofá en donde todo había ocurrido, y el cuerpo de Lea ya no estaba, había sido quitado por los forenses. Cerró los ojos mientras maldecía por lo bajo, una de sus agentes había muerto por su culpa; con toda la experiencia que tenía y ahora todo estaba saliendo mal. No tenía noticias de sus dos Betas: Manuel y Jesús; Lea estaba muerta; Marcos y Mario heridos y por poco también acaban en la morgue; y Martín secuestrado a saber en dónde y lo que le estarán haciendo. Gruñó mientras apretaba sus nudillos, no pensaba dejar que nadie más sufriera algún daño.

Quiero Volver ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora