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Elizabeth Thompson. 13 de febrero del 2017, Orlando.

En un momento estaba observando un cuadro sobre la chimenea de su antigua casa, y al otro, lo estaba lanzando a la rubia desconocida que la había intentado atacar por la espalda.

Sus cabellos dorados estaban atados en una trenza apretada, tenía una mascarilla que le cubría la nariz y los labios, así que lo único que se podía ver eran sus ojos color miel y su piel clara.

Era alta, casi le sacaba una cabeza a Elizabeth, la espada en su mano giraba con destreza, aguardando, esperando una reacción por su parte. La miraba de una forma depredadora, y, por sus ojos, supo que estaba sonriendo.

—Así que... ¿decidiste volver a casa? —su voz fue modificada por la tela sobre sus labios, y su tono era burlón.

Elizabeth no respondió, incapaz de pronunciar una palabra, tenía miedo y sus manos le temblaban. En toda su vida, nunca había estado de frente al peligro, y ahora que lo estaba, sin armas y sin compañía, estaba paralizada por el terror.

—¿No vas a responder? —se hizo a la ofendida—. Luego de tantos años contigo, hablándote bonito e incluso riendo junto a ti y... ¿así me tratas?. Qué desagradecida.

Elizabeth la miró, la escaneó, y pronto la reconoció.

Cristell. Esa chica con espada negra que amenazaba con matarla, no era nada más que la única amiga que siempre tuvo.

Su rostro debió mostrar la sorpresa ya que Cristell se bajó la mascarilla, sonrió, giñó el ojo, y se volvió a poner la tela negra.

Y ahí empezó a atacar.

Cristell golpeaba y Elizabeth esquivaba, lanzando jarrones prácticamente hechos pedazos, cuadros, trozos de vidrio... estaba segura de que moriría ahí mismo a manos de la que fue su amiga. Sus ojos se cristalizaron.

Y en eso llegó Evan, abrió la puerta de forma silenciosa, como ya le había mostrado tantas veces, sus miradas chocaron y Evan se movió con el ceño fruncido.

Su espada atravesó el torso de Cristell, los ojos de la chica se abrieron por la sorpresa y el dolor, por el borde inferior de la mascarilla goteó la sangre y de la herida también, más cuando Evan retiró el filo.

La sangre salpicó su ropa y sus tenis, Evan la dejó caer y le cortó la cabeza, la sangre salpicó su rostro.

Una lágrima cayó por su mejilla y Evan no lo notó, estaba ocupado sacándolos de ese lugar que era un faro para la Sombra.

Evan

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Evan. 13 de febrero del 2017, el Olimpo.

Estúpido, era un total y completo estúpido al permitir que Elizabeth fuera sola y sin armas.

Evan estaba en la puerta del cuarto de Elizabeth esperando a que saliera, se había metido a bañar por la sangre que la cubría de pies a cabeza y él solo estaba ahí, con los dientes apretados y mirando sus botas cubiertas de sangre, como si recién lo notara.

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora