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Elizabeth Thompson. 19 de septiembre del 2017, el Bosque Oscuro.

Ya no sabía en dónde estaba, cada árbol le parecía exactamente igual que el que había visto cinco minutos atrás y sentía que estaba caminando en círculos. Nunca había aprendido a rastrear correctamente, así que el camino de regreso, si no es que moría antes de eso, le sería un martirio.

No podía dejar de pensar en Arsen, incluso cuando marcaba los árboles por lo la que iba pasando, hasta que escuchó un sonido extraño y salió corriendo, perdiendo el último que había señalado cómo su camino de regreso.

Arsen estaba golpeado y ensangrentado en ese pisto cubierto de pasto verde, se moría del terror de que en esos momentos posiblemente ya estuviera muerto.

Por entre los árboles vio el sol, justo frente a ella que empezaba a ocultarse para darle paso a la luna. Debía apresurarse, porque si su madre la encontraba antes que ella, entonces sería su fin.

Apresuró sus pasos con el sol a su derecha, iluminando su camino sólo por unos cuantos minutos más.

Sus piernas ya estaban cansadas de caminar tanto tiempo sin un rumbo fijo, y sus ojos amenazaban por cerrarse, pero no se detuvo.

Llevaba tres horas caminando desde que había entrado a ese bosque, y no tenía ni rastros de su madre, la oscuridad llenaba el bosque y no dejaba que viera su camino

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Llevaba tres horas caminando desde que había entrado a ese bosque, y no tenía ni rastros de su madre, la oscuridad llenaba el bosque y no dejaba que viera su camino.

No quería arriesgarse a usar sus dones para iluminar su camino, ya que si lo hacía la luz podría llamar la atención de la mujer, así que sólo continuó a oscuras. Y aprovechó que un relámpago hizo precencia e iluminó el bosque por unos segundos.

El sonido de hojas secas a sus espaldas sonó, alertándola y haciéndola correr, sintió sus ojos brillar con esa luz azul eléctrico, por el terror de que la pudiera encontrar.

Su corazón latía desenfrenado, sus pies se movían a un ritmo preciso mientras corría rápidamente por el frondoso bosque lleno de innumerables árboles. La oscuridad rodeaba todo su entorno y sentía sus ojos brillar con intensidad impulsados con una fuerza que desconocía.

Una melena castaña la perseguía desde cerca pisándole los talones con una espada de oro oscuro en la mano –una que había agarrado justo antes de adentrarse al bosque– esforzándose para alcanzarla.

Sus cabellos blancos que se habían escapado de su trenza le obstruían la visión haciendo que se tropezara constantemente con las piedras y ramas que habían en su camino. El aire le empezaba a faltar por la agitación.

Se detuvo ocultándose detrás de un árbol, intentó calmar su respiración y cerró sus ojos fuertemente para que la luz que destilaban no delatara su ubicación.

Escuchó como los pasos de su perseguidora disminuían la velocidad hasta que sus pisadas eran cada cinco segundos, sabía que la estaba buscando.

Su cuerpo empezó a temblar mientras su mano derecha sujetaba firmemente la espada de oro sagrado con varias hojas filosas en forma de truenos mientras que en su muñeca izquierda su brazalete de serpiente empezaba a moverse desesperado por ayudar a su dueña.

Su respiración se agitó cuando los pasos se detuvieron justo al lado del árbol en el que se escondía.

La hoja de la espada contraria chocó con su cuello sin herirla tomándola por sorpresa y sacándole un jadeo mientras abría sus ojos como platos.

—Creo... que te encontré.

Abrió los ojos, aterrada, mirando justo enfrente de ella a su madre, y notando algo muy extraño.

Sus ojos brillaban, con un verde que demostraba la diversión que estaba experimentando, no era tan intenso, no cómo los propios, pero era notable.

—Entonces, es hora de cumplir nuestras partes del trato, ¿no te parece? —sonrió de forma salvaje.

—Entonces, es hora de cumplir nuestras partes del trato, ¿no te parece? —sonrió de forma salvaje

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Arsen Makri. 19 de septiembre del 2017, el Bosque Oscuro.

No veía nada, todo a su alrededor estaba oscuro y borroso, se sujetaba de la herida en el costado, posiblemente ya infectada, mientras se afianzaba de cada árbol por el que pasaba.

Había sido una mala idea, muy mala, ir a buscar a Elizabeth en esas condiciones, en vez de ser un apoyo sería un obstáculo, distrayéndola de su misión.

Pero ya no había vuelta atrás, él ya estaba ahí, y aunque tuviera el collar de Elizabeth apretado en su mano, cubierto de sangre, no lo iba a usar aún, no para regresar él solo.

Lo usaría cuando estuviera con Elizabeth, para escapar juntos, justo cómo le había prometido no mucho tiempo atrás.

Intentó usar su bendición de Zeus, el trueno, para hacer un escudo, uno tan brillante que atraería a Elizabeth hacia él, o quizás que atraería a Rosé en su lugar, confundiéndolo con Elizabeth.

Quizás sería una buena idea, quizás desviaría a Rosé de Elizabeth, y le daría el tiempo suficiente de encontrar la salida.

Pero lo único que logró fue un parpadeo, una pequeña luz de trueno que apareció por breves segundos, que fácilmente se pudo haber confundido con un relámpago que avisaba de una próxima tormenta.

Y no supo que ese pequeño relámpago había sido suficiente para que Rosé lo notara, y efectivamente lo confundiera con su objetivo, pero no sabía tampoco que Elizabeth estaba demasiado cerca, tan cerca que Rosé finalmente pudo encontrarla.

Empezó a ver más borroso, más oscuro, y dejó de sentir los pies.

Cayó, aún sosteniendo su herida cayó al suelo haciendo sonar las hojas bajo él, escuchando unos pasos apresurados acercarse y detenerse a no más de diez metros de distancia de él.

Y al instante, por la ligera luz azul que pronto fue oculta, supo que era Elizabeth.

Intentó gritar, intentó decir su nombre, intentó llamarla. Intentó moverse hacia ella, pero lo único que consiguió fue un jadeo que apenas escuchó él mismo.

Otros pasos se acercaron, un poco más lentos que los anteriores, y supo que era Rosé, su respiración se agitó, sabiendo que no podría hacer nada para ayudar a Elizabeth a escapar de esa mujer.

Volvió a jadear, intentando llamar la atención de Rosé para que Elizabeth pudiera huir. Pero una voz opacó el sonido.

—Creo... que te encontré —dijo Rosé.

Y eso fue lo único que pudo escuchar, antes de que se desmayara una vez más.

Y eso fue lo único que pudo escuchar, antes de que se desmayara una vez más

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[ EDITADO ☑️ ]

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora