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Elizabeth Thompson. 23 de agosto del 2008, Orlando.

¿Alguna vez han tenido la sensación de rigidez por todo el cuerpo? Esa que hace que tu cuerpo tiemble y sude sin poder evitarlo por los nervios de lo que fuera que fueras a encontrar detrás de esa puerta que te llevará a lo que bien podría ser un tormento por los próximos años. Así estaba Elizabeth.

Era su primer día de clases, escuela privada, completamente sola, y para rematar, era una niña de apariencia "extraña" ante los ojos de cualquiera, a fin de cuentas era albina.

Respiró profundamente, y con la mano temblorosa tocó la puerta del que sería su salón de clases. Una mujer de aproximadamente cincuenta años se asomó, notando al instante a la pequeña de diez años. Su rostro se tiñó de una pequeña sorpresa al ver a un albino por primera vez en su vida pero pronto sonrió.

—Hola, ¿en qué te puedo ayudar? —su voz levemente ronca y vieja la recibió con calidez.

—Soy una nueva estudiante —susurró.

—De acuerdo, pasa cariño.

Elizabeth entró al salón con la cabeza caída y los ojos en sus pies, con una indicación de la profesora se posicionó frente a la clase mientras todos la miraban con atención.

—Bueno chicos, hoy se nos une una nueva estudiante, por favor, dinos tu nombre, edad, de dónde vienes y tres cosas extras de tí.

—Soy Elizabeth Thompson —empezó con la voz baja—, tengo diez años y soy de Portugal. Me gusta el color rosa, soy albina y... —pensó un poco pero al poco tiempo miró la maestra con los ojos temblorosos.

—Bueno, yo soy la profesora Jenn, cualquier cosa me puedes decir. Siéntate dónde quieras —regresó a su escritorio—. En cinco minutos empieza la clase.

La peliblanca empezó a caminar por el salón buscando un asiento vacío, pero mientras más caminaba, más cuenta iba dándose de los susurros que no paraba de hablar de ella.

—¿Albina? Sí claro, de seguro solo quería ser la reina de las nieves y se tiñó de blanco —una niña rubia de aspecto elegante empezó a reírse en voz baja con sus amigas.

Elizabeth siguió caminando con los ojos húmedos por los nervios y la vergüenza hasta que llegó al último asiento de la fila que, para su buena fortuna, estaba junto a la ventana por lo que podía ver de cerca las gotas de lluvia resbalando por la misma.

Acomodó sus cosas e hizo una pequeña almohada con sus brazos para apoyarse en ellos y observar el agua a su derecha.

Unos segundos después una bolita de papel cayó en su escritorio, un poco confundida la tomó y la extendió para notar una letra un tanto torpe pero que a su vez era bonita y entendible.

"Soy Sam, ¿amigos?".

Levantó la mirada en busca de quién había mandado esa nota hasta que sus ojos se encontraron con los de un niño. Tenía el cabello castaño oscuro y unos preciosos ojos grises, la miraba con un poco de curiosidad y con una pequeña sonrisa animada.

La pequeña sólo se secó la pequeña lágrima en su mejilla y asintió mientras sonreía. No todo estaba siendo malo para ella, la ponía feliz.

Primer recreo del día y ella se encontraba saliendo de su salón, sus libros se cayeron cuando un niño la golpeó accidentalmente y ella solo asintió cuando le gritó un "perdón"

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Primer recreo del día y ella se encontraba saliendo de su salón, sus libros se cayeron cuando un niño la golpeó accidentalmente y ella solo asintió cuando le gritó un "perdón".

Pronto alguien la empezó a ayudar a recoger todo y al instante supo que era el chico de antes, ¿se llamaba Sam? No lo recordaba con claridad.

—Gracias —susurró.

—De nada —exclamó con un tono bastante alegre y animado—. ¿Comemos juntos? Tengo mucha hambre.

Elizabeth asintió y empezaron a caminar.

—¿Quien era la chica de antes? Una chica de cabello rubio y ojos miel, se veía muy... elegante.

—Ah, Cristell, es de la familia Diamond, una de las más millonarias del país, dicen que sus padres son de la mafia, pero si fuera cierto ya estarían llamando a la cigüeña para que les mande otro hijo, se necesita inteligencia para liderar a la mafia —explicó vagamente con una sonrisa mientras rebuscaba en su lonchera su desayuno—. Según muchos su apariencia es angelical, lamentablemente, de ángel no tiene nada. No me gustaría verla a sus quince —sacó la lengua en una nueva de disgusto.

—Bien... —mencionó como única respuesta.

—Y dime, Elizabeth Albina Thompson, ¿cómo es ser albina? —interrogó con inocencia y curiosidad.

Elizabeth volteó a ver la ventana. Estaban en un pasillo desierto de una parte del gigantesco lugar, en el segundo piso, no había nada más que unas cuantas puertas hacia salones de grados superiores y algunas bancas al lado de las mismas. A través del cristal perfectamente limpio, se podía ver cómo las gotas de lluvia caían con rapidez.

—Normal. Para mí ya es normal, no puedo explicarlo.

Sacó su comida de su bolso y empezó a comer, Sam a su lado hizo lo mismo, ambos con las miradas sobre las gotas de lluvia que poco a poco iban aumentando su fuerza. Los relámpagos lucían amenazantes pero por algún motivo, los ojos de Elizabeth parecían destellar con cada uno de ellos.

Como los látigos de luces cegadoras que partían el cielo en dos en tan solo un segundo.

Truenos, lluvia y silencio, esos eran los sonidos que inundaban la mansión una vez que volvió de clases

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Truenos, lluvia y silencio, esos eran los sonidos que inundaban la mansión una vez que volvió de clases. Apenas tenía diez años, pero ¿porqué a su corta edad ya sentía lo que era la soledad en compañía?

Las mucamas pasaban de vez en cuando por esa parte del lugar, limpiando y ordenando todo como si tuvieran una sola pizca de polvo encima. Cosa que era imposible dado a que limpiaban a diario.

En la noche, Rosalía iba a hacer una cena con muchas familias respetables del lugar, todo debía estar perfecto para la ocasión, pero claramente que la albina no iba a tener permitido salir de su habitación.

No es como si lo necesitara, tenía de todo en esa gran habitación, principalmente con las remodelaciones que su madre había mandado a hacer para que estuviera más ocupada y no la estuviera molestando.

Bueno, sólo esperaba que no fuera una larga noche.

Bueno, sólo esperaba que no fuera una larga noche

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[ EDITADO ☑️ ]

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora