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Arsen Makri. 19 de septiembre del 2017, el Olimpo.

El sol ya estaba en la cima de todo, los labios de Arsen estaban secos por tanto tiempo sin beber agua y su cuerpo y magia ya empezaba a agotarse.

No había señal de Elizabeth o Astra en ninguna parte, tampoco de Evan o de algún otro conocido cercado a su alrededor, pero mantenía la esperanza de que estuvieran bien, y a salvo.

Le costaba muchísimo concentrarse en el movimiento de sus brazos con esas preocupaciones en la cabeza, pero no podía parar, a sus espaldas, esparcidos por todo el área, su equipo luchaba, estaban completamente rodeados de guerreros de la Sombra, tanto que las telas blancas apenas eran visibles, pero seguían vivos.

—¡Arsen! —uno de sus compañeros le llamó, lanzándole una botella de agua rápidamente justo cuando lo vio libre por un segundo.

Arsen bebió rápidamente y dejó caer la botella cuando lo volvieron a atacar, espada con espada. Atacando una y otra vez, y esquivando cuando no había oportunidad.

Sus piernas empezaban a flaquear.

Mantenía el escudo a su espalda, pero este empezaba a temblar, parpadeando constantemente en una clara muestra de que estaba por caer, después de protegerlo de tantas flechas perdidas y ataques de espada.

A su alrededor, los guerreros enemigos eran los más visibles, con sus ropas de un rojo intenso, y algunos con máscaras blancas que sólo dejaban al descubierto sus ojos.

Pero no podía centrarse en eso, no cuando sus brazos se debilitaron y el contrario lo apuñaló.

Fue lo suficientemente rápido para esquivarlo, pero no lo suficiente para evitar que la hoja rozara su costado y manchara la tela de su ropa de un color tan rojo como el uniforme de su enemigo.

—Ahí está —dijo el hombre, con una sonrisa y respiración agitada, deteniéndose un segundo—, el color que tanto me gusta.

Arsen apretó su costado, sintiendo el líquido entre sus dedos, aprovechó para respirar un poco sin dejar de estar pendiente de sus movimientos, dejándolo hablar.

—¿Y cómo está Elizabeth? —cuestionó el joven, bastante apuesto, tuvo que admitir Arsen—, le he echado de menos.

El cabello teñido de negro del chico lo hacía ver mucho más joven de lo que debería ser, y sus ojos de un gris hermoso llamaban la atención.

—¿De dónde conoces a Elizabeth? —gruñó Arsen.

—Oh, era una compañera de la escuela, fuimos grandes amigos —asintió, con una sonrisa divertida—, quizá te haya hablado de mi, soy Sam, fui su primer y único amigo.

A Arsen no le importó desgarrarse aún más la herida, sólo supo que ese tipo era un idiota, un imbécil que estaba traicionando a Elizabeth de una forma horrible, tratando de arruinar todo lo que ella quería salvar.

Levantó los brazos sobre su cabeza y empezó a atacar con fuerza y ferocidad, pero al parecer estaba demasiado débil ya que él supuesto Sam lo esquivaba con facilidad.

—Así que no me equivoqué, ¡tú y ella son algo! —se río a carcajadas, sin parar de moverse. Pero puso su pie enfrente de Arsen y lo hizo caer—. Ups.

Arsen sintió la horrible sensación de caer, viendo el pasto acercarse a gran velocidad y luego golpearse la cara contra el suelo, haciendo su nariz y dientes sangrar.

Una patada en su costado herido casi lo hace gritar, y un golpe con lo que pareció ser el pomo de una espada en la nuca lo hizo ver negro, se había desmayado.

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora