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Elizabeth Thompson. 11 de agosto del 2017, el Olimpo.

—Éramos muy pequeños, Astra, Astrid y yo entramos al bosque oscuro por una prueba de Ares, la misma que te dieron a ti, matar a un minotauro y volver con su cabeza —comenzó a contar Arsen—. Tardamos mucho tiempo en encontrar a ese minotauro, demasiado en realidad.

Elizabeth, recostada en su cama viendo al techo donde los relámpagos creaban formas extrañas en medio de la madrugada, escuchaba atentamente las palabras que Arsen había optado por confiarle.

Al instante supo, quizás por la melancolía en su voz o por la falta de brillo en su mirada, que era de los peores momentos que había vivido, sino es que el peor.

—Cuando lo encontramos nos confiamos demasiado, en nuestra poca experiencia y falta de entrenamiento, no llegábamos a los catorce años. El minotauro casi nos mata a los tres, peleamos demasiado, recibimos golpes y salimos corriendo. Astra y yo salimos corriendo —corrigió.

—¿Qué pasó con… Astrid? —tuvo miedo de mencionar aquel nombre que parecía tan preciado para él.

Escuchó un sollozo.

—Ella murió —jadeó—, se sacrificó por nosotros dos, tardamos demasiado en pedir ayuda. Yo tardé demasiado en pedir ayuda —el llanto había empezado a subir de nivel, derramando lágrimas que brillaban en la oscuridad y con su voz partiéndose a medida que iba hablando, aún así no paró—. Ella era como mi hermana menor, Astrid era tan increíble, tan independiente pero tan cariñosa, todos la amaban. También Evan.

A Elizabeth le sorprendía que aquel chico, uno que apenas conocía, se estuviera abriendo con ella así de fácil, que fuera capaz de derramar sus lágrimas de esa forma frente a una total desconocida.

De reojo notó como Arsen apoyaba sus codos en sus rodillas y cubría sus ojos con sus palmas para controlar sus lágrimas, sus sollozos eran totalmente audibles.

—Era tan pequeña —terminó.

Elizabeth lo pensó, pero estiró su brazo hasta tocar los cabellos negros de su contrario, no le importó que el dolor la recorriera por completo, incluso mordió su labio para evitar el gemido que amenazaba por escaparse de sus labios.

Acarició sus cabellos con más confianza cuando Arsen se recostó más en su mano.

—No sirvo para consolar —su voz fue suave y lo más comprensiva que pudo sin saber exactamente cómo era su dolor—, y lo que diré probablemente suene de lo más cliché posible, pero aunque no conocí a Astrid, sé que ella no te culpa de nada.

Le dolía hablar, le dolía respirar, le dolía mover su brazo y también mantener de lado su cabeza para poder mirar a Arsen, pero aunque su cuerpo le rogaba que se mantuviera en la posición de antes, ella no se sentía capaz de hacerlo, le dolía ver a ese chico en ese estado, aún más después de que la había salvado de una muerte segura.

Pero aunque evitaba pensar en ello, en cierta forma le hería que no hubiera sido Evan quien la fue a salvar.

—¿Porqué me dijiste eso? —preguntó Elizabeth.

Arsen cubrió la mano que lo acariciaba con la propia, cómo si recordara que la albina estaba herida, y la miró de forma intensa con esos ojos oliva.

—Porque cuando te vi ahí, herida e indefensa frente a esas bestias, vi a Astrid, vi su pequeño cuerpo destrozado, lleno de sangre y golpes, sin vida y totalmente frío. Me dio miedo que por mi cobardía otra persona muriera de la misma forma que ella —acomodó la mano de Elizabeth sobre la cama de forma cuidadosa y secó las últimas lágrimas que tenía.

Elizabeth sintió una única lágrima caer por su mejilla, y el toque de Arsen que la limpiaba con suavidad.

La puerta se abrió de forma lenta y con un ligero chirrido, Evan entró.

Los vio a ambos sentados durante un segundo hasta que Arsen se paró velozmente.

—Tú no deberías estar aquí —gruñó, sin importarle hacer ruido, ya había visto a Elizabeth despierta.

La oscuridad no era impedimento para poder ver la furiosa expresión del rubio en su cara, en realidad, las luces de los relámpagos acentuaban sus feroces facciones provocadas por el enojo.

—¿Y tú sí? —le respondió Arsen de la misma forma.

—Soy su entrenador, debo estar pendiente de ella.

—Eres su entrenador, no su enfermero personal.

—Sal de aquí, Arsen —se hizo a un lado para que pudiera pasar por la puerta abierta.

Elizabeth se mantenía en silencio, incapaz de abrir la boca para defender a alguno de ellos.

Arsen la miró y suspiró, dándose cuenta de que Elizabeth no estaba en condiciones de escuchar una discusión entre ambos. Empezó a caminar hacia la puerta, pero se detuvo junto a Evan y le susurró en el oído.

—Me voy, pero recuerda a quién no le importó una mierda que estuviera a punto de morir, y date cuenta de quién tiene más derecho de estar a su lado entre los dos —se separó de su mejor amigo y se dirigió a Elizabeth con una sonrisa amable—. Descansa, Liz, espero que te recuperes pronto.

La puerta se cerró cuando Arsen salió, y los puños y mandíbula de Evan se apretaron.

—¿Cómo estás? —preguntó Evan, tratando de verse relajado.

—Bien —contestó, no estaba molesta, quizás un poco desilusionada, pero no era por eso que le respondiera así. Sabía que Evan no le hablaría cómo lo hacía un mes atrás, por un motivo que desconocía él ya no la trataba cómo a una amiga o algo más—. ¿Porqué veniste?.

—Vine a ver cómo estabas, aún nos sirves para la guerra, no puedes morir todavía —sintió que lo demás había sido innecesario, pero también pensó que era necesario que la dejara de ilusionar si él no iba a ser nada de ella nunca.

Todavía, pensó Elizabeth.

—Pues cómo vez, aún estoy en una pieza —gimió al voltearse levemente hacia la ventana para no ver a Evan, su brazo herido se resintió cuando un poco de su peso recayó en él, pero aún así mantuvo su posición—, estoy muy cansada, te agradecería que te fueras para que pueda dormir.

Escuchó a Evan suspirar.

—De acuerdo, buenas noches —susurró y cerró la puerta detrás de él con un leve click.

Dolía, a ambos les dolía, por la parte de Evan, dolía tratar así a una persona importante para él, más aún si no era él quien lo decidía. Y por parte de Elizabeth, dolía ser tratada así por Evan, especialmente por él, pero tampoco era tan estúpida cómo para rebajarse a ser tratada así.

Ya no se permitiría sentirse mal por nada relacionado a Evan.

Ya no se permitiría sentirse mal por nada relacionado a Evan

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[ EDITADO ☑️ ]

Respondan sinceramente:
¿#TeamEvan o #TeamArsen?
:)

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora