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Zeus. 20 de agosto de 1998, el Olimpo.

Dos mil años ya habían pasado desde que aquel oráculo había aparecido, y desde que los dioses buscaban a aquella mundana, sentían la molestia y desesperación por cada parte de su cuerpo.

Zeus había mandado a llamar a todos los dioses al Olimpo, había un tema de suma importancia del que debían hablar y había otro por el cual debía reprenderlos.

—Llegamos, Zeus —la seria y monótona voz de Afrodita resonó en las paredes.

La rubia cargaba en sus brazos a dos pequeñas bebés de dos años, con cabellos rubios y ojos como lava, ambas resaltaban en el lugar. Habían sacado la belleza de su madre.

Y ese era el segundo tema, la mayoría de los dioses, por no decir todos, ya tenían mínimo a un bebé en brazos, aparte de los otros que habían dejado esparcidos por el mundo a lo largo de dos mil años, algunos eran resultados de una relación que no duró más de diez meses, y otros eran resultados de una noche de sexo con un o una cualquiera. Claro que siempre borraban la memoria del otro progenitor.

Zeus se preguntaba seriamente si alguno de los dioses conocía la existencia de los condones o pastillas del día siguiente. Estaban muy de moda en el mundo mortal en estas últimas décadas.

Los once dioses que entraban a la sala se sentaron en sus respectivos lugares a la espera de que el dios del rayo empezara a hablar del tema que de tanta importancia era según su llamado.

—¿Y?. No veo que hables de ese tema tan importante —mencionó Atenea luego de unos minutos en silencio.

—Hace unos días vino una bruja —los dioses lo observaron atentos en espera de que continuara su oración—, me dijo que está próxima a nacer y que tendrá unos poderes inimaginables.

—¿Cómo que “está próxima a nacer”? —la monotonía de Afrodita fue reemplazada por enojo.

—¿O sea que desperdiciamos dos mil años en una maldita misión que aún no debería de haber empezado? —Poseidón habló por primera vez en el día.

—¡Maldición, Zeus! —la ira era palpable en el ambiente, y en Hades era totalmente notable.

—¡¿Cómo diablos iba a saber yo que aún no nacía?! —se defendió empezando a enojarse.

Hera, incómoda por la situación, carraspeó llamando la atención de los dioses que discutían. Las voces se detuvieron dándole paso para hablar.

—Yo creo que deberían dejar de discutir, el punto aquí es que la persona aún no nace y hay que seguir buscándola. Por favor, deben centrarse en lo verdaderamente importante —la cabellera oscura de Hera se movía conforme ella volteaba su cabeza a ver a los otros dioses prestándole completa atención, cómo si estuvieran pensando en si era cierto o no lo que decía.

—Tienes razón —afirmó Zeus, después de unos segundos, echándose para atrás en su asiento de mármol—. Considerando que la persona será poderosa, cómo dijo la bruja, su poder debería sentirse hasta aquí —continuó con el tema como si la discusión nunca hubiera sucedido.

—Entonces... —Dionisio lo incitó a seguir.

—Entonces, no habría necesidad de buscarla, pero no sabemos cuánto tiempo tardará en desarrollar sus poderes completamente, y hasta que eso no suceda no sentiremos su magia.

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora