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Astra. 19 de septiembre del 2017, el Olimpo.

En el pasadizo olvidado, Astra se mantenía en silencio. Los guerreros tenían sus armas levantadas, listos para atacar.

Cualquier ruido produciría un eco enorme que alertaría a cualquier enemigo de que ya sabían sus planes, y más encima, que los estaban esperando.

No había costado mucho convencerla de guiar al equipo cinco por los pasadizos, ella había pasado toda su infancia oculta en ellos, y en más de una ocasión se había topado con la puerta sellada con hierro que daba hacia la montaña.

Una salida de escape oculta, eso eran los pasadizos, cada lugar en todo el Olimpo contaba con una puerta secreta que llevaba a aquel espacio entre las paredes.

Unos ligeros golpes sonaron del otro lado de aquella pieza de hierro incrustada al mármol lleno de polvo que conformaba las paredes y el suelo.

—Preparen sus armas —murmuró Nathan, el líder del equipo cinco.

Su voz apenas había sido audible, pero el sonido chocando con las paredes había hecho que llegara hasta los oídos de los guerreros de su equipo.

Astra tensó su arco lo más que pudo, su aljaba, llena de largas flechas filosas, colgaba a su espalda. Muchas aljabas más estaban posicionadas en lugares específicos entre aquellas paredes por si las flechas llegaban a agotarse.

Todos se mantuvieron alerta, agudizando sus oídos para poder percibir cualquier tipo de sonido.

Tik, tik, tik, tik…

Un repiqueteo apenas perceptible inundó el lugar, un leve sonido, cómo el de las agujas de un reloj en movimiento.

Al otro lado de la división entre la montaña y el pasadizo, unos pasos apresurados se escucharon, cómo si huyeran, solo eran dos personas.

Eso significaba que…

—¡Atrás, todos aléjense de aquí! —gritó Astra con desesperación.

Todos reaccionaron al instante, entendiendo el por qué de dicha orden.

Habían implantado una bomba para destrozar la piedra que rodeaba el hierro y tener acceso al pasadizo, lo que, en resumidas cuentas, les daría paso directo al Olimpo.

¿Cómo diablos sabían de ese lugar?.

La bomba estalló, pedazos de mármol y piedra salieron volando por todas partes y direcciones.

Un trozo de hierro filoso iba en dirección a uno de los guerreros del Olimpo, Astra se interpuso y el filo le rozó el costado derecho cuando lo empujó.

Su armadura se rompió en esa zona, y pronto un poco de sangre empezó a brotar de la herida.

El polvo dejó de flotar dándole paso a la claridad del exterior. Pronto escucharon gritos de guerra y muchos pasos dirigirse a ellos.

—¡Ataquen! —exclamó Nathan.

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Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora