Elizabeth Thompson. 17 de febrero del 2016, el Olimpo.
—¿Porqué estaba desmayada, el fuego me afectó? —preguntó Elizabeth un tanto intranquila.
Evan intentaba convencerla de que todo era cierto, pero se estaba complicando bastante y él no era paciente así que había decidido dejar que creyera que era una broma hasta el entrenamiento.
—Tú causaste el fuego, tu magia se salió de control muy rápido y terminaste agotándote, por eso quedaste inconsciente durante tanto tiempo —quedaron en silencio, y Evan notó que la albina estaba distante—. Perdón por lo de tu madre.
Silencio. Elizabeth miró sus manos que jugaban entre ellas, el cabello le cayó por los costados y sus ojos se humedecieron, pero parpadeó para evitar las lágrimas.
A fin de cuentas, ella no tenía una relación muy cercana con su madre, pero Rosalía era eso, su madre. Por ello era inevitable sentirse tan triste por la pérdida, pero había aprendido a ocultar sus sentimientos lo mejor posible.
No iba a llorar, o al menos no frente a ese desconocido.
¿Podría ser cierto lo que decía? Era una locura, pero nadie conocía el mundo por completo, los secretos que se ocultaban en cada esquina, así que si había una oportunidad de que todo eso fuera real, ella la tomaría.
Era mejor estar dentro de una fantasía.
—Deberías ir a asearte, apestas —le dijo Evan en un intento de alivianar el ambiente.
Elizabeth frunció el ceño.
—Eso pasa cuando no te bañas por tres días luego de un incendio, es un poco difícil oler bien si has estado… —detuvo sus palabras y rodó los ojos mientras él sonreía de forma burlona.
Se iban a llevar bien.
Con unos pantalones de cuero, blusa sencilla blanca y botas hasta la rodilla, Elizabeth estaba frente a los dioses, Evan estaba unos pasos detrás de ella con el semblante serio.
La albina parecía lo que siempre había sido, un cordero asustado frente a lobos hambrientos, y lo único que quería hacer era salir corriendo de ahí.
—Te preguntarás qué haces aquí —empezó Zeus luego de un momento al notar que nadie tomaba la palabra—. Te hemos reclutado para ser parte de nuestro ejército.
Habían optado por no decirle toda la verdad a Elizabeth, al menos no hasta que tuviera un poco más de entrenamiento.
Evan elevó levemente las cejas por la mentira pero no dijo nada.
—¿Su ejército? Lo lamento, pero no entiendo qué podría hacer yo con ustedes —Elizabeth negó, rehusándose indirectamente a estar en ese lugar.
Tenía cosas más importantes que hacer, como buscar al asesino de su madre, hacer un funeral… llorar. No había podido llorar libremente, aunque mientras se bañaba, unas lágrimas habían salido de sus ojos, pero no era suficiente.
Quería gritar, llorar, descargarse. Era la única heredera de la fortuna familiar, y por ende, de la empresa. En toda su vida, nunca supo que se hacía en la empresa, y su lista aún no terminaba como para tener que formar parte de un equipo de algo que ni conocía.
—Te investigamos, Elizabeth —confesó Hera—. Notas perfectas, sobresaliente en todo, tres idiomas y tu idioma natal, sin familia y heredera de una empresa multimillonaria de Orlando. Perdón, pero tienes mucho que ofrecernos —pese a las palabras dichas, no necesitaban nada de eso, una mentira más—. Eres una niña genio que pasó de la pobreza a la vida de una princesa en menos de una hora, eres todo lo que necesitamos.
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Bendecida Por Los Dioses (Libro 1)
FantasíaUna lucha por la salvación del mundo, a eso se acerca Elizabeth Thompson luego de perderlo todo. Su vida está en riesgo y no teme a perderla si con eso evitará más muertes. Es hora de descubrir y mostrar quién es en realidad, toda su vida ha sido ig...