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[ ADVERTENCIA: Este capítulo tiene contenido explícito y sexual, no recomendado para menores de 16 años, si este tipo de escenas ni te gustan, te invito a saltarte este capítulo y evitar los comentarios ofensivos, gracias ].

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Elizabeth Thompson. 6 de septiembre del 2017, el Olimpo.


Elizabeth caminaba por los pasillos del Olimpo de forma apresurada. Iba hacia la habitación de Arsen, aunque no sabía exactamente dónde estaba. Una vez el pelinegro le había dicho por dónde estaba, e incluso había descrito su habitación en una de sus charlas para sacarla del aburrimiento, así que ahora estaba yendo hacia allá.

Pronto encontró la puerta blanca de pomo dorado que Arsen había descrito, la reconoció por las marcas que tenía el marco, unas que marcaban la altura de tres niños, pero las marcas se detenían a la altura de su pecho.

Tocó la puerta de forma suave unas cuantas veces.

—Voy… —se escuchó una voz adormilada y ronca.

No había pensado en qué haría o en qué diría cuando tuviera a Arsen frente a ella, no se había tomado ni un minuto para pensar cuando decidió ir a ver a Arsen a las dos de la mañana poco después de haber hablado con Astra.

Pero sí había llegado a una conclusión, y era que Astra tenía razón. La tenía por completo.

—¿Elizabeth? —un despeinado pelinegro apareció por la puerta, sin camisa y en pantalones chándal hasta la cadera—. ¿Qué haces aquí?.

Elizabeth no respondió, al menos no con palabras.

Se paró de puntillas y rodeó el cuello de Arsen con sus brazos hasta pegar sus labios con los del contrario. Sintió sus manos posarse suavemente en su cintura, sabía que lo había hecho por reflejo.

Empezó a mover los labios de forma lenta y pausada siendo correspondida al instante, el dulzor inundaba sus bocas, un sabor tan obsesivo que no podían separarse.

Detuvieron el beso cuando el aire les hizo falta y se miraron a los ojos sin separarse, ambos con un brillo especial en la mirada.

—¿Qué…? —empezó Arsen.

—Me gustas —interrumpió—. Arsen me gustas, enserio me gustas mucho.

De forma desesperada volvió a unir sus labios en un beso más apasionado que el anterior, sus lenguas se enlazaron entre sí y sus alientos se unieron.

Arsen posó su mano en la nuca de Elizabeth de forma posesiva para profundizar el beso, pero pronto pasó ambas manos en los muslos de la albina para que enredara sus piernas en su cintura.

Bendecida Por Los Dioses (Libro 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora