Capítulo 2. Aún no aprendes, ¿verdad?

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Regreso a casa con una mala sensación, mamá está trabajando y Chris por suerte —aún no entra a la universidad—, decidió ir por mí.

Voy directo a mi habitación ignorando a Milo también, quien me invita a jugar legos con él. Cuando estoy dentro de mi habitación, me quedo quieta y ni siquiera llego a mi cama.

De nuevo, la sensación familiar que ha estado conmigo por un tiempo vuelve a colarse en mi interior, tengo ganas de llorar y detesto que sea vulnerable todo el tiempo, porque a veces no me siento lo suficiente valiente para afrontar muchas cosas, sobre todo aquellas que tengan que ver con el amor. Hasta he llegado a pensar que seré esa tía solterona en un futuro que vive con muchos animales o más bien sola porque no me gustan Los gatos y no soy lo suficiente responsable para cuidar a un perro, así que, las probabilidades de terminar sola, son enormes.

La cosa es que a veces, no sé qué hacer con mis sentimientos, siento más de lo que espero sentir y aquello ocasiona que las cosas más simples duelan el doble, es patético.

Me siento en la cama y suspiro con pesadez.

Es imposible librarme de Oliver, pienso, no lo odio, pero en estos momentos no guardo un buen sentimiento hacia él, pienso que la mejor manera de recuperarte de un corazón roto es apartarte de esa persona por completo y así puedes superarlo, sin embargo, con Oliver sucede lo contrario, justo cuando estoy por superarlo, aparece.

Termino buscando por mi habitación mi vieja libreta y busco entre las hojas aquella lista nueva que he escrito. La leo una y otra vez y acaricio mi caligrafía, un suspiro se me escapa y frunzo los labios en una mueca.

Quizás es una idea absurda que haya decidido escribir una nueva lista, pero es mi forma de intentar olvidar las cosas.

***

No recuerdo en qué momento me he quedado dormida, pero los gritos de mamá pidiéndome que me levante mientras toca con fuerza la puerta de mi recamara, me despiertan de golpe y me doy cuenta que, después de llorar ─porque el sentimiento me ganó y terminé llorando un poco─, me quedé dormida sosteniendo la lista en mi mano.

Checho el despertador a mi lado y me doy cuenta de que son las ocho y media, tengo exactamente media hora para alistarme y salir de casa hacia el restaurant en el que se reunirán a jugar bingo las amigas de Lisa. Si bien, hoy festejan el cumpleaños de Glen, quien decidió reservar la planta alta del restaurant donde su hijo es dueño y como ha pedido que todo sea algo intimo entre ella y sus amigas, nos pidió a Nick y a mí que le ayudáramos a atender a los invitados, cosa que ambos aceptamos.

Tomo una ducha rápida y ni me molesto en arreglar mi cabello, solo lo cepillo y decido que dejaré que se seque solo sin necesidad de usar la secadora, me maquillo un poco y tiempo más tarde, estoy montándome en el auto de mamá ─quién ha accedido a prestarme el auto─ para ir al restaurant.

Antes de bajarme del auto, contemplo me reflejo en el espejo para ver que luzco decente, decido retocarme el labial, alizar un poco mi cabello con las manos, el cual sigue un poco húmedo y observo la camisa blanca que me he puesto para la ocasión, como aun es verano, he optado por usar shorts y tenis de color blanco. Cuando creo que luzco bien, me ánimo salir del auto y entrar al lugar, le informo a la recepcionista del lugar que vengo a la fiesta de Glen y ella me da una mirada un poco sorprendida de que sea una de las invitadas de la señora, pero no dice nada, me da indicaciones de donde están las escaderas y cinco minutos después, me encuentro saludando a todas las mujeres del bingo.

─Oh Emilie, te ves adorable como siempre ─me saluda la señora Tina, quien se ha hecho un pequeño recogido en su cabello castaño rojizo.

─Gracias Tina, me encanta como luce tu cabello hoy ─intercambiamos un abrazo y cuando llego a la cumpleañera, me envuelve en un efusivo abrazo.

Todo lo que quiero eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora