Capítulo 41. Que me escriba un poema.

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Me paso toda la noche pegada a la almohada con una punzada de dolor en mi pecho. La culpa que siento en estos momentos no es solo por lo que Oliver me dijo sino por lo que yo también le he dicho.

Es cierto, admito que me he equivocado y he dicho cosas hirientes cuando pierdo el control de mis sentimientos, es algo que creo que debo aprender a controlar, sin embargo, ¿qué haces cuando sientes mucho?

No es una justificación el herir a los demás sin intención, no, porque es claro que causamos un daño con nuestras palabras aun cuando no deseamos lastimar.

Si, las acciones de los demás duelen, pero las palabras, las palabras marcan más de lo que uno espera. Las palabras son como navajas que se encajan lentamente en nuestra piel y dejan llagas que son difíciles de sanar.

No sanan porque uno no quiera, sino porque a veces nuestra mente está tan envuelta en las cosas malas que nos cuesta volver a creer y confiar nuevamente.

Sé bien que no medí mis palabras frente a Oliver, que le dije que él estaba muy lejos de ser el chico de mis listas, porque es cierto que cumplió mi primera lista al pie de la letra, la cumplió aun sabiendo que no era una lista perfecta, no era esa clase de lista que me haría enamorar de un chico.

Yo había escrito mi lista con la intención de no encontrar a chicos con todas esas actitudes que encontraba desagradables, sin embargo, fui dejándola al olvido cuando Oliver me demostró que todas esas cosas podían ser las que me enamoraran de alguien, es solo que yo estaba muy empeñada en buscar la perfección en un chico que no me di cuenta que el chico perfecto de verdad no existe.

No existe un chico perfecto que siempre cumpla todas nuestras expectativas, si, podrá cumplir algunas de ellas, pero te aseguro que tendrá defectos, defectos que te terminaran enamorando de él más de lo que tú crees.

A veces, nos pasamos la vida buscando a esa persona que nos llene realmente y no siempre es fácil encontrarla, incluso a veces ni siquiera la encontramos, nos olvidamos de otras que están a nuestro alrededor porque de cierto modo buscamos algo específico.

He aprendido que las cosas llegan a tu vida de alguna manera similar a lo que tu pides, pero no idéntico.

Paso gran parte de mi día intentando concentrarme en las clases mientras y consigo sobrevivir a ello no muy feliz porque es evidente que mis ánimos hoy están por los suelos, cuando llego a casa, voy directo a mi habitación, Chris, quien al parecer tendrá el resto el día de mañana viernes, libre, es quien prepara la comida y va por Milo a la escuela cosa que me alegra porque no quiero ir a casa de Lisa por mi hermano.

Después de comer, voy a mi habitación con la excusa de que tengo mucha tarea porque no me apetece hablar con Chris, suelo ponerme muy sentimental.

Reviso la poca tarea que tengo y veo que aún tengo días para entregarla ya que es para la próxima semana lo que me hace hacerla a un lado y observar a mi alrededor al tiempo que suelto un bufido.

¿Qué estoy haciendo?

Me digo a mí misma cuando siento un dolor en mi pecho. De nuevo tengo ganas de llorar por lo de Oliver, por la absurda discusión que tuvimos y como no quiero sentirme más culpable de todo, en mi cabeza, culpo a Oliver una y otra vez.

Tomo mi celular para checar si hay un mensaje de su parte, pero veo que no hay nada, así que termino solamente observando la pantalla hasta que se apaga. Después coloco el teléfono sobre mi escritorio y decido tomar una hoja y papel.

Siempre he creído que la mejor manera de expresarse es escribiendo lo que sientes, por lo que comienzo a escribir una carta dedicada a Oliver con la esperanza de que eso me ayude, pero al final, termino haciendo bolita l hoja y aventando la al suelo, suelto un suspiro y tomo otra hoja que solo contemplo por unos minutos hasta que mi cabeza comienza a aclararse.

Todo lo que quiero eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora