♧Epílogo♧

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300 años después...

-¿Y qué pasó después? - preguntó el pequeño niño en aquella biblioteca.

-Nadie lo sabe, nunca más se supo de ___ y Cinco. Lo único que se sabe es que fueron a Pensilvania a vivir, y que desde entonces, su vida va de maravilla.

-¿Y qué pasó con la tumba de Max? - preguntó un niño de unos 5 años.

-Nunca nadie volvió a ver a ___ por ahí, pero si caminan por ese cementerio, podréis ver como cada día las rosas que hay en esa tumba cambian... ¿Quién sabe? A lo mejor nuestra querida ___ aún camina por el cementerio para hablar con su amado hermano.

Todos los niños empezaron a aplaudir y agradecer a la chica por contarles aquella grandiosa historia.

La biblioteca se fue vaciando poco a poco, hasta que solo quedó la chica en aquel lugar, recogiendo sus objetos personales.

Al terminar, se quedó mirando al piso melancolicamente.

-Señorita Amelia, ¿cómo conoce esa historia? - le preguntó la bibliotecaria a la chica caminando hacia ella.

-Hay muchas cosas que el mundo no sabe sobre mí... Y por el momento, prefiero mantener el secreto... al menos unos años más.

-Solo quería decirle que Cinco y ___ estarían demasiado orgullosos de que contase esa historia en su honor.

-Lo están, yo sé que lo están.

Un silencio se formó en la habitación, un silencio que segundos después fue interrumpido por la bibliotecaria.

-Ya está anocheciendo señorita, y no querrá que los vampiros la muerdan a media noche - ambas chicas rieron.

-Será mejor que me vaya - dijo cogiendo sus cosas - Buenas noches Julia.

La chica salió de la biblioteca y empezó a caminar por las calles de Toronto mientras veía a grupos de niños andando con sus bicicletas, jugando a la comba o cualquier otro tipo de actividad.

Toronto había cambiado demasiado en los últimos 300 años, y era una pena que Cinco y ___ no estuvieran ahí para verlo. Había demasiada vegetación, los edificios tenían más colores, al fin habían variado, ya que cuando ___ y Max se mudaron a la ciudad, los edificios sólo acogían un gris horrible.

-Amo esta ciudad... - dijo la joven llegando a su casa.

Llegó a la gran mansión. 300 años... y la casa no había cambiado nada.

Se sentó en el gran sofá del salón y empezó a observarlo con detenimiento.
Los libros, la mesa del comedor con los candelabros... Todo era tal y como la historia lo contaba, nada había cambiado.

Se acercó a un gran espejo que ella misma había puesto en el salón. Se miró en él, pero segundos después, algo muy extraño sucedió.

Dos figuras empezaron a aparecer, una a cada lado. Un chico joven, de ojos verdes, pelo moreno, delgado, sonreía de oreja a oreja, al igual que la chica, ambos la miraban orgullosos.

-Bien hecho pequeña - dijo la chica mientras ponía su mano en el hombro Amelia.

Segundos después, ambos chicos fueron desapareciendo, hasta que finalmente, desaparecieron completamente de la habitación, dejando a Amelia con lágrimas en los ojos, lágrimas de felicidad.

-Os quiero abuelos...

Corazón sin latidos {Cinco y tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora