Nahás subió en una roca grande que estaba a la orilla del lago, tratando de seguir a Brial con su vista hasta que se perdió en dirección a la aldea Kohda. Cuando bajó de la roca sintió una profunda tristeza. Había conocido a Brial la cual le parecía interesante y a Kipumk, el argog con sus fuertes alas. De repente ambos se habían ido. Y ahora, luego de ese destello de emoción, regresaba a la soledad que le caracterizaba en el territorio del bosque.
—Se ha ido ¿verdad? —Dijo un mono llamado Mik, viendo su cara de tristeza.
—Me impresiona pensar que fuera de este bosque hay más humanos como ella ¿Tú los has visto?
—Claro —respondió el mono—. Alrededor de este bosque hay aldeas de hombres y ellos respetan el pacto que hicieron con el gran Ki-Ha-Roga de no comer animales del bosque —se quedó un momento en silencio y se dio cuenta que Nahás no entendía al punto que quería llegar, así que lo aclaró—. Pero tú eres un reptil y con seguridad te matarán.
—¿Te refieres a que me quitarán la vida, como me lo explicó la Kalos?
—En efecto. El pacto incluye no comer animales con raciocinio del bosque, pero los reptiles no vienen del bosque, caen de las nubes.
—Pero yo no caí de las nubes —reclamó Nahás.
—Pero los humanos no lo saben. Por eso no es recomendable que salgas del bosque Jasín.
Nahás se quedó meditando en esas palabras, mientras rodeaba el lago para llegar a donde estaba el gran Ki-Ha-Roga.
El día pasó y los soles Vareo y Yarmo bajaron de manera que el color rosado del cielo se convirtió en morado, para dar paso a la noche. Había pocas nubes en el firmamento y las estrellas comenzaron a aparecer. Nahás se acostó sobre las ramas de un árbol. En medio de la oscuridad se quedó mirando las estrellas y a la única luna que se podía ver aquella noche, a la pequeña Aura. Se durmió luego de un rato.
En la noche, Rorr despertó a Nahás, le dijo que había ocurrido algo y que era necesario que vieran al gran Ki-Ha-Roga. Acercándose a la orilla esperaron a que la enorme tortuga apareciera y una vez que hubo subido del agua el pájaro le contó que había sido informado por otros animales del bosque que la Kalos Brial había sido capturada por los aldeanos de Kohda.
Nahás se ofreció para ir a ver qué había pasado con ella y el gran Ki-Ha-Roga aceptó, aun cuando Rorr le advirtió que era muy peligroso para Nahás introducirse a una aldea de hombres. Lo iban a matar en cuanto lo vieran.
—Es nuestra obligación ayudarla —exclamó la enorme tortuga—. Tenemos una alianza con el Hombre de Plata.
Rorr no entendía por qué arriesgar a Nahás a esta aventura, si la Kalos sólo había pasado menos de un día en el lago, además la tortuga no quería inmiscuirse en los asuntos de los hombres. Pero la gran tortuga comenzó a hablar y dejó clara su perspectiva.
—He existido por más de mil años y he visto vivir y morir muchos animales en este bosque. Nahás, quiero que sepas que nunca había visto un milagro de la Luz como lo eres tú. La llegada de la Kalos Brial a este bosque no es obra de la casualidad. El hecho que haya aparecido en este momento me hace pensar en tu destino y el propósito que tienes en este mundo.
—Me voy a esforzar para que no me quiten la vida y regresar —dijo el reptil.
La gran tortuga sonrió ante la respuesta ingenua.
—Sólo te pido que recuerdes que la Luz ordena todas las cosas según su propósito. Y si es su voluntad que regreses, así se hará. Aunque yo espero volver a verte.
Nahás volteó a ver hacia donde estaba Brial, impaciente que el gran Ki-Ha-Roga le indicara irse, como un niño que espera el momento de ir a jugar con sus amigos.
—No esperes más. Ve y rescátala.
Nahás corrió y se internó entre los árboles. Saltó por encima de troncos y ramas por las que había caminado durante muchos años. Algunos animales que lo observaron se levantaron admirados de la velocidad que adquirió al correr. Tenía tantas ganas de volver a ver a Brial que de repente todos sus pensamientos se volcaron hacia ella, su argog, su uniforme y su arco. Quería volver a sentir esa emoción que tuvo cuando la vio la noche anterior.
Corrió hasta que amaneció. Los soles salieron, recorriendo su camino de Este a Oeste, al mismo tiempo que Nahás se dirigía al Norte. Solo se detuvo un momento para tomar agua de algún charco que se encontró en el camino. Corrió con tal fuerza que no sabía que tuviera. No había comido ese día y no se había dado cuenta. De repente se descubrió superando las capacidades de su cuerpo.
Mientras corría sintió cómo el aire se volvía más frío, había estado subiendo sobre el terreno, pero por la poca inclinación no se había dado cuenta. Llegó a una elevación del terreno y la escaló. Al ser un reptil, tenía la capacidad de trepar superficies verticales con mayor facilidad. Llegó al punto más alto de ese pequeño monte y mientras los soles se ocultaban, vio a lo lejos una aldea en la orilla de un rio caudaloso. Había llegado a un valle donde había pequeñas poblaciones humanas, era la aldea Kohda.
Siempre son agradables sus comentarios.
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El reino de Plata. Los tres reinos de Amna
FantasyLa función principal del ejército de Plata es acabar con los reptiles que caen desde las nubes. Estos seres extraños son malvados por naturaleza e implacables en violencia. La Kalos Brial halla a un reptil de color azul llamado Nahás que no tiene m...