La función principal del ejército de Plata es acabar con los reptiles que caen desde las nubes. Estos seres extraños son malvados por naturaleza e implacables en violencia.
La Kalos Brial halla a un reptil de color azul llamado Nahás que no tiene m...
En el bosque Sarot, un becerro (un toro pequeño) caminaba perdido. Se trataba de un animal con inteligencia limitada que, según sus instintos, se sentía en peligro. Se había escapado del establo y sin la protección de su familia se sentía vulnerable.
Cuando la noche cayó sobre el bosque, su instinto le hizo dejar de bramar y se acurrucó debajo de un gran árbol, esperando que la mañana llegara, tratando de pasar desapercibido por todos los depredadores nocturnos.
Las noches dentro del bosque eran oscuras por cuanto el follaje no dejaba pasar la luz de las lunas. Así que, poco podía hacer un animal u hombre para avanzar. Una luz tenue iluminó detrás de un arbusto que se encontraba lejos. El becerro no hubiera percibido su brillo sino fuera por la profunda oscuridad.
Cuando se hubo acercado lo suficiente, pudo ver que la luz provenía de una pequeña raíz que brotaba desde el suelo, un pequeño retoño con pocas hojas pero que, a pesar de su tamaño y delicadeza, pareciera como si desde adentro manara vida. Una luz cálida le rodeaba, una luz que no causaba temor sino curiosidad.
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Su brillo le pareció bellísimo, nunca había visto nada más hermoso en la vida. Durante todo su tiempo en el establo no había notado la diferencia entre la luz de los soles, la de las lámparas y de las estrellas. Ahora, veía esta luz y se daba cuenta que no había sabido diferenciar entre esas cosas tan sencillas. De repente sus pensamientos se volcaron a preguntarse qué era ese lugar en donde estaba, cómo había llegado ahí y tuvo miedo.
Entendiendo el peligro en el que se encontraba y al escuchar los sonidos de los pájaros nocturnos, los grillos y los pequeños animales, dijo:
—Tengo miedo.
A pesar de esto, decidió quedarse en ese lugar, junto al retoño, pues sintió de repente una necesidad de verlo, de guardarlo, como si se tratara de un bien preciado.
Durante esa noche se comenzó a hacer preguntas que nunca se había hecho:
—¿Qué soy?
Recordaba a sus amigos del ganado, pero también a los reptiles que los tenían encerrados en ese enorme establo de donde luego los tomaban.
Comenzó a tener conciencia de sí mismo y sintió como si hubiera despertado de un largo sueño. Como si durante toda su vida, hasta ese día, hubiera estado viviendo sin propósito, sin motivaciones y por el simple hecho de existir. El retoño le había dado ese entendimiento y le pareció algo maravilloso.
A la mañana siguiente, con su nueva conciencia, encontró con rapidez la salida del bosque. Se preguntó cómo es que no lo había podido hacer antes, si sólo era cuestión de seguir señales lógicas como la luz, los sonidos, sus huellas y los senderos que otros animales habían dejado antes que él.
Regresó sin problemas a su rebaño, en donde vio a todos los demás becerros, vacas y toros pastar con tranquilidad. Todos tenían su mirada perdida como si existiera un horizonte interminable, su vida dedicada a comer, sólo esperando el momento de morir. Ninguno había notado que se había ausentado durante la noche. Los demás becerros estaban interesados en encontrar el cúmulo de monte más grande.