Nahás en la cárcel (Parte 2)

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El Keios Kank informó a Brial que el Karuno quería conocer a Nahás, así que debía hablar con él para que se supiera comportar y omitiera toda mención de su nacimiento. Brial se dirigió a la cárcel y ordenó al encargado hacer los arreglos para la llegada del Karuno y de organizar las peleas. Éste se puso muy nervioso y comenzó a trabajar de inmediato.

Luego, fue a visitar a Nahás para explicarle la situación. El reptil azul ya estaba acostumbrado a vivir en la cárcel y se había convertido en el recluso con más antigüedad, pues la cárcel solo es un lugar temporal. La convivencia con los hombres le había permitido conocer distintos pensamientos. Se sabía defender, pues las peleas eran promovidas por los mismos guardias como forma de entretenimiento. Dado que en la cárcel los reclusos no permanecían mucho tiempo, no se formaban grupos internos y los guardias no generaban relaciones de complicidad con ellos. Además, todo delito que los reclusos cometieran dentro de la cárcel se podía añadir a aquel por el que fue detenido en primer lugar, por lo que no había asesinatos, violaciones o extorsiones que pudieran llevarlos a la ejecución el día de su juicio. Por eso, las peleas no eran a muerte.

Nahás había aprendido algo de cada uno de los hombres con los que hablaba y escuchaba. Algunos le contaban de su tierra, de las maravillas de Amna, las leyendas de las aldeas y las historias de la Luz. Se enteraba de los delitos de los hombres, desde los menores hasta los mayores. En la cárcel Nahás abandonó la inocencia y la ignorancia, a través de los ojos de los demás.

Brial le informó que el Karuno lo quería ver pelear, pero que por ningún motivo se acercara a él, pues iba a estar rodeado de guardias que lo iban a eliminar en cuanto vieran en él una amenaza. Nahás había aprendido a ocultar las piedras en su brazo, así que le recomendó mantenerlas así. De todos modos, nunca las sacaba durante las peleas, para no lastimar a los contrincantes. Y como para exponerlas era necesario que se abriera su carne y le dolía, no lo hacía con frecuencia. Brial también le dijo cómo debía dirigirse al Karuno y a los Keios en caso que se le permitiera hablar.

Ahora Brial ya no lo rechazaba, incluso le vendaba las heridas que se hacía en las peleas, a pesar que se curaba con rapidez. Nahás siempre la escuchaba hablar de la Luz y los rollos de los videntes con interés y aprendía muy rápido. Memorizaba con facilidad los nombres y las enseñanzas morales. Brial se sentía mal pues le estaba tomando mucha estima y eso era terrible para el desempeño de sus tareas. No es bueno encariñarte con la especie de la que tienes la encomienda de matar.

Al día siguiente llegaron a la cárcel el Karuno Sandro junto a los Keios Kank de Rafet Oriental y Relján de Sinn, los tres Kalos de Rafet y tres guardias más para protegerlos.

Luego de la protocolaria bienvenida, el encargado de la cárcel les llevó a un puesto de vigilancia que estaba en un nivel elevado, por donde se podía ver a los reclusos desde un balcón.

El área de reclusión estaba en el primer piso y se trataba de un círculo rodeado de todas las celdas, de manera que un guardia establecido en medio podía ver a todos los reclusos sin problema. También eran vigilados desde el nivel superior. El círculo central no tenía techo por lo que entraba la luz de los soles. Estaba lleno de arena, que servía para las peleas y para absorber el agua que caía por el espacio abierto cuando llovía.

Cuando el Karuno llegó, los presos se quedaron en silencio. Todos los hombres del reino de Plata eran temerosos de la autoridad y sabían que el Karuno ostentaba el más alto rango.

El puesto de vigilancia se había acondicionado con sillas para que el Karuno y los Keios pudieran ver el espectáculo. Todos se sentaron y sin demora sacaron de la celda a Nahás y a un recluso joven.

Un guardia que estaba en el centro de la arena les dio las instrucciones para que las escucharan todos.

—Esta pelea es recreativa. Si alguno mata a su contrincante deberá ser ejecutado. Gana el que haga poner la cara de su contrincante contra el suelo —sin más preámbulos les ordenó— ¡A pelear!

El reino de Plata. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora