Los Kalos de Rafet (parte 1)

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Brial y Nahás bajaron en la ribera del río Sabín y descendieron del argog. Brial se acercó al río, tomó agua, lavó sus manos y su cara, y llenó una cantimplora que estaba amarrada a Kipumk. Se vendó algunas heridas que tenía en sus piernas y brazos. Nahás también vendó la herida en su pierna, que aún seguía abierta, pero había dejado de sangrar.

Brial notó cómo Nahás la perseguía con la mirada. Sentía cierta repulsión por él, pues los reptiles eran seres despreciables para todo miembro del ejército de Plata. Pero también sabía que le había salvado la vida, por lo que no podía permitir que lo mataran. Estaba en deuda con él.

Brial le reveló su plan. Lo llevaría a la ciudad de Faelt, capital de Rafet, a manera de prisionero. Contaría todo lo que había acontecido y que el Keios Kank definiera su destino.

Nahás no sabía qué era Faelt, ni qué era un prisionero, él sólo tenía un interés:

— ¿Vamos a ir volando?

—Claro que sí —respondió Brial—, Faelt queda a un día de vuelo continuo.

La Kalos entendió que Nahás vivía en total ignorancia de lo que sucedía en Amna. Él sólo sabía del bosque, del gran Ki-Ha-Roga y de los animales que le rodeaban. Pero fuera de eso no tenía conocimiento del ejército de Plata, los argogs o de los reptiles que caían de las nubes. Su inocencia e ignorancia le hacían sentir muy mal.

De hecho, Brial era una mujer muy piadosa. Simulaba ser fuerte por cuanto tenía una formación militar, pero su personalidad era muy afable y sentimentalmente débil. Empatizaba con todas las personas, cuidaba de los animales y aún de las plantas.

Ahora estaba en una encrucijada. Nahás era un reptil y le habían enseñado que debía matarlos sin misericordia. Pero aparte de su sentimiento de deuda, tenía dudas si quería hacerlo. Era diferente a los demás reptiles que había conocido.

Como aún no amanecía y era muy peligroso quedarse en la ribera del río, montaron de nuevo el argog y viajaron hasta que los primeros rayos de los soles comenzaron a salir. Brial encontró un lugar alto en donde colocar la casa de campaña y se quedaron ahí. Le quitó la montura a Kipumk y con un silbido le dio la orden de descansar. Éste se fue caminando a cazar su comida.

El argog, aparte de la silla, traía siempre una maleta donde se guardaban las cosas necesarias para acampar en viajes largos: la tienda, una cacerola pequeña, especias para cocinar, una cuerda y utensilios varios. También en el argog se podían transportar las armas, aunque Brial había sido despojada de su arco y espada por los habitantes de Kohda. Pero no habían podido arrebatarle a Kipumk su carga.

Como tenía mucha hambre, Brial decidió comer raíces y hongos que encontró entre los árboles color turquesa. Le añadió especias y le dio a Nahás. Este lo disfrutó, era lo más rico que había probado en su vida.

—Yo solo había comido raíces frías, tal y como las recojo de la tierra —comentó el reptil, mientras sus ojos ámbar miraban hacia los lados. Todo le parecía novedoso, aún los árboles eran más altos y menos frondosos que los que rodeaban el lago.

— ¿Entonces tú solo comes raíces? —preguntó Brial.

—No. Los animales del lago me enseñaron a comer insectos y peces. Son muy ricos, pero me gustan más las raíces y los hongos. Nunca los había comido calientes.

Brial estaba muy impresionada de Nahás. Durante su carrera militar nunca había visto un reptil con tan poca malicia como él. Los reptiles por naturaleza eran muy astutos y con una tendencia a la maldad. Tenían una inclinación natural a desobedecer y a aborrecer a todo lo relacionado con la Luz, el Hombre de Plata o las reglas establecidas. Nahás no solo era ingenuo e inocente, sino que según el gran Ki-Ha-Roga, había nacido de otra reptil, lo cual nunca se había visto en todo Amna.

 Nahás no solo era ingenuo e inocente, sino que según el gran Ki-Ha-Roga, había nacido de otra reptil, lo cual nunca se había visto en todo Amna

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Para llegar a Faelt todavía les quedaba un día entero de vuelo, así que Brial decidió descansar medio día y viajar el resto. Al ocaso llegaron a la orilla del río Masar, donde pudieron ver la ciudad de Leafe. Pero Brial decidió no entrar en ella por causa de Nahás. Faelt, la ciudad capital de Rafet, en donde estaba el Keios Kank, ya estaba cerca, pero como habían perdido medio día descansando, llegaron hasta el día siguiente, cuando los soles, Vareo y Yarmo, estaban a la mitad de su recorrido. Fueron recibidos por los subordinados de Brial a quienes les dio la orden de apresar a Nahás mientras se definía qué hacer con su vida. Nahás no opuso resistencia y fue llevado a una celda dentro del cuartel, en donde se guardaban los argogs antes que se construyera su establo. Era muy raro apresar a un reptil, pues la orden era matarlos.

En medio de Faelt se alzaban dos edificios importantes: la torre de Faelt, donde estaba el Juez Ducin, en quien estaba depositado el poder civil de parte del reino

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En medio de Faelt se alzaban dos edificios importantes: la torre de Faelt, donde estaba el Juez Ducin, en quien estaba depositado el poder civil de parte del reino. Los jueces eran elegidos por el pueblo, líderes naturales que permanecían en el cargo por tiempo indeterminado. Su autoridad no podía ser transferida a sus hijos y el pueblo podía quitarlo en cuanto lo consideraran necesario.

En el reino de Plata no eran permitidas las protestas o sublevaciones, pues el orden era asegurado por el ejército de Plata. Cuando un Juez se corrompía y era necesario removerlo, un grupo de ancianos del pueblo levantaban a un nuevo líder. Si el anterior no quería abandonar el poder, entonces el Keios de turno tenía que intervenir. El ejército de Plata trataba de respetar los usos y costumbres de cada dominio del reino de Plata.

El otro edificio importante en Rafet era el cuartel del Keios Kank, que estaba formado por una explanada muy grande en donde se concentraban los soldados. Éstos eran distribuidos por todo el dominio de Rafet Oriental y eran dirigidos por sus tres Kalos: Brial, Kano y Ludgo.

En el caso del dominio de Rafet, el ejército de Plata tenía instalados dos Keios: Kank en Rafet Oriental y Marcut en Rafet Occidental. Sin embargo, el que tenía mayor poder era Kank, no solo porque su cuartel estaba en la ciudad capital, sino porque la única función de Marcut era vigilar las costas que daban hacia Veter, el lugar en donde habitaba el Hombre de Plata.


Al Keios Kank le fue informado el regreso de Brial y solicitó de inmediato su presencia. Brial se estaba bañando cuando recibió la orden y demoró unos minutos más en vendar sus heridas y vestirse con todo su uniforme. Le encargó a su subordinada, la Kies Dana, que se asegurara que lavaran su ropa que aún apestaba a estiércol y revisaran la salud de Kipumk.


Como podrán apreciar, cada dominio del reino de Plata tiene su propia historia y el nombre de sus ciudades. Lo que está subrayado no es importante para el avance de la historia, pero sí le da un contexto. 

En la segunda parte de este capítulo conoceremos al Keios Kank y a los Kalos de Rafet: Kano y Ludgo. 


El reino de Plata. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora