La montaña Comol (parte 2)

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Siendo iluminados por el brazo de Nahás caminaron más rápido. Los hombres inmundos ya no se acercaban, solo se escuchaban ocultándose entre las sombras. Nahás notó cómo la luz de su brazo se hacía más o menos intensa según su voluntad, sólo necesitaba desearlo. Seguramente podía apagarla por completo, pero no parecía sensato probarlo estando rodeado de todos esos enemigos.

Más adelante vieron luces de antorchas que salían desde un pasillo artificial que llegaba hacia una cámara alta y espaciosa. Antes de entrar al pasillo Nahás agudizó su oído, apagó la luz de su brazo y se acercó a los Kalos, diciéndoles:

—Aquí está As-Milba. Puedo escuchar su voz. Si seguimos, él nos va a escuchar también.

—Podríamos entrar y matarlo de una vez —dijo Brial, sacando su arco.

—Tengo un plan —comentó el reptil azul—. Me voy a presentar ante él y voy a simular que quiero unirme a su culto. Lo que yo vea, se los haré saber.

Barao y Brial estuvieron de acuerdo. Tampoco es que tuvieran ideas mejores, la verdad.

Nahás cruzó el pasillo y llegó a la cámara alta. Era una bóveda natural que había sido acondicionada artificialmente. Tenía piso redondo, enlosado. Al fondo, había unas rocas que formaban una escalera natural que daba a un lugar alto, adornado con telas rojas y púrpuras, oro, joyas y ropas caras, que habían sido llevadas a manera de ofrenda. Todo el lugar tenía velas, antorchas y lámparas de aceite. Dos escalinatas artificiales rodeaban el círculo por ambos lados. Se podía acceder al lugar alto por las escalinatas artificiales laterales o por la escalera natural en medio de la cámara. Por encima del lugar alto, incrustada en la pared, había una cueva grande.

En las paredes del fondo había símbolos y círculos grabados, y la imagen de un dragón alado con grandes cuernos redondos. En el piso enlosado había grabados cuatro círculos de diferentes tamaños, denotando que se practicaba la adivinación.

Nahás miró alrededor. A esta cámara se podía llegar desde diversos caminos. Había muchas cuevas que llegaban hasta ahí; algunas en la planta baja y otras más elevadas. Dos grandes columnas naturales soportaban el lugar.

En medio de la cámara, dos hombres ya viejos, arrodillados suplicaban hacia el lugar alto, que parecía más bien un altar.

—El Keios Relján atacó la ciudad y mató a Bed —dijo uno, chillando.

—Y luego regresará por nosotros— agregó el otro, chillando.

—¿Y qué quieres que haga? —preguntó la voz del reptil que se ocultaba en la oscuridad de la cueva incrustada en el fondo del lugar alto.

—Tú lo sabes, As-Milba —respondió el primero—. Tú conoces la adivinación ¿Podrías decirnos qué va a pasar con nosotros?

Buen punto.

—Hemos creído que tienes poderes oscuros —añadió el segundo—. Si tú quisieras podrías visitar la casa del Keios Relján y maldecir su casa, maldecir sus hijos y maldecir todas sus obras. Los seres espirituales te obedecerían y el ejército de Plata entendería que la Luz no tiene ningún poder en tu oscuridad.

—Hemos visto tus poderes, As-Milba —recuperó la palabra el primero—. Puedes materializar monstruos y pelear por nosotros contra sus ejércitos. Nos independizaríamos del reino de Plata.

—¿Qué hacen aquí ustedes dos? —interrumpió Nahás. De esta manera les hizo saber a los Kalos que solo había dos personas.

Los hombres se levantaron y voltearon hacia Nahás.

—Es un reptil —dijo uno con alivio—. Debido a su color pensé que era un soldado del reino.

—¡Estamos hablando con As-Milba! —reclamó el segundo—. ¡Déjanos en paz!

El reino de Plata. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora