En el lago Torripe (parte 2)

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Brial quedó un poco confundida pues no entendía la importancia de esta criatura, pero de repente comprendió. Al ver sus dientes, sus escamas, su cola y sus ojos ámbar, supo que se trataba de un reptil. Tardó en reconocerle pues era de un color extraño, era azul.

Kipumk, el argog, gruñó y se puso a la defensiva, mientras Brial arrastraba su mano derecha hacia el arco que llevaba en su espalda.

—No te alarmes —dijo la tortuga— es inofensivo.

—¡Pero es un reptil! —reclamó ella.

—Sí, lo sé. Pero no es como los demás.

—Es un reptil y es necesario que lo... —Brial interrumpió su frase, debido que Nahás la estaba escuchando y no quería que huyera.

El gran Ki-Ha-Roga entendió que Brial quiso decir que lo debía matar.

—Tranquilízate Kalos Brial, te prometo que no te va a hacer daño. Deja que se presente.

Nahás estaba atento a ella, maravillado con su presencia. Abrió su boca con cierto aire de inseguridad:

—Nahás es mi nombre. Tú eres una humana ¿verdad?

La tortuga le pidió que se bajara de su espalda y Nahás obedeció. Brial reaccionó sacando su arco y una flecha de su aljaba.

—¡Gran Ki-Ha-Roga! —gritó ella al sentirse amenazada por el reptil— ¡Quiero que sepa que es mi responsabilidad eliminar a todo reptil en el momento en que lo vea!

—¿Alguna vez has hablado alguno ellos? ¿No ha habido algún reptil entre las filas del ejército? —la tortuga preguntó con la serenidad que le caracterizaba.

—¡No, nunca! —respondió indignada—. Y no estoy autorizada para hablar con ellos.

—Guarda esa arma, jovencita —pidió el gran-Ki-Ha-Roga con una voz suplicante, aunque sus palabras no lo fueran. Había una disonancia entre sus gestos y sus palabras por lo que era difícil entender las intenciones del Guardián—. Si considerara a Nahás un peligro no lo hubiera traído aquí. Si no crees que es inofensivo, al menos cree que he de guardar mi pacto con el Hombre de Plata.

Brial bajó su arco y ordenó a Kipumk que se tranquilizara. Los animales del bosque comenzaron a reunirse alrededor, pues escucharon el grito de la mujer que había roto el silencio constante que se mantenía en el lago.

—Si te has sorprendido por la presencia de un reptil en mi lago, entonces déjame contarte algo que te parecerá increíble. Y si eres entendida, sabrás que este reptil, como tú le llamas, tiene un propósito mucho más grande.

—No lo creo —replicó la Kalos con incredulidad—. Espero tenga una buena explicación para mantener un reptil bajo su cuidado.

—Claro que lo tengo —añadió el Guardián—. Déjame contarte lo que pasó hace ya muchas noches atrás. Una reptil hembra fue hallada por los animales, muy herida. Al parecer había sido lastimada en alguna batalla de la cual había huido. Los animales la trajeron ante mí y ordené que se le diera comida hasta que se curase. Ella balbuceaba sin decir palabras coherentes y estuvo así todo el día hasta que le comenzaron a faltar las fuerzas conforme los soles descendían —la tortuga respiró y luego prosiguió—. Antes de morir, trató de levantarse y al no poder, se quedó de rodillas. Gritó con fuerza: "¡Luz! ¡Esto es tuyo! ¡Guárdalo!" y de sus entrañas salió Nahás. Fue sepultada en el árbol de flores blancas que Nahás todavía visita con frecuencia.

El reino de Plata. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora