Llegada.

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Te encontrabas cansada y con ganas de aventarte a la cama para poder dormir y no despertar hasta el día siguiente. Y es que ya necesitabas, por lo menos, una semana de descanso al terminar el semestre o no saldrías viva de ahí.

Te sentías agotada pero era el último tirón antes de graduarte y no podías bajar la guardia, por lo que terminabas tus deberes hasta altas horas de la noche, estudiabas y repasabas apuntes y apenas tocabas la almohada. Ese día no era la excepción.

Era pasada de la medianoche cuando saliste de tu habitación y decidiste ir a la sala; Tu novio ya había llegado pero por no distraerte simplemente había tocado la puerta y murmurado por lo bajo que ya había llegado, para luego dejarte sola e ir a la primera planta.

Agradecías que entendiera cuán ocupada te encontrabas, aunque muchas veces extrañabas pasar tiempo con él, ya sea salir juntos o simplemente acurrucarse hasta quedarse dormidos. Pero viendo que no tenías más pendientes, sonreíste mientras bajabas las escaleras y te asomabas por el marco que daba vista a la sala. Le viste sentado en el medio del sillón, realmente parecía mas recostado, con el control en su mano derecha y cambiando canal tras canal, su rostro parecía un tanto cansado y no pasaron desapercibidas las manchas negras debajo de sus ojos.

Te acercaste a paso sigiloso, viendo como su mano pasaba sin preocupación por su cabello, haciendo de él un revoltijo completo. Cuando volteó a verte sonreíste con amplitud y te sentaste sobre su regazo, aplanando la palma de tus manos sobre sus hombros y haciendo un leve roce entre la punta de sus narices.

—Hey, cariño.—Sentiste como sus manos ascendían por tus muslos, recorriendo tu cintura haciendo que te entraran escalofríos.

—¿Cómo te fue hoy?

—Bien, nada nuevo a decir verdad, mismos rostros y mismos problemas de siempre. La mejor parte del día es cuando llego a casa y te veo.

Bajaste la mirada con pena. —Pero ya ni siquiera nos vemos, lo siento por ello, pero prometo que cuando consiga graduarme te recompensaré todas estas horas perdidas. 

Él se había titulado un año antes que tú, por lo que se encargaba de trabajar y mantener un lugar estable para ustedes. Aunque no te gustara sentir esa presión de dejarle todo a cargo suyo, él insistía que lo importante era que terminaras graduarte y luego pudieras hacer lo que a ti te gustara, había conseguido un puesto de trabajo en la empres de su padre, teniendo buen estatus y agradeciendo la oportunidad que tenía. 

Las últimas semanas casi no lograban verse, en su mayoría o él salía muy tarde de trabajar o tú te encontrabas muy ocupada con tus trabajos que apenas y podían verse durante el transcurso del día, ni siquiera dormían juntos en ocasiones al caer rendidos en cualquier lugar de la casa, desde los sillones de la sala o sobre el escritorio mientras trabajaban. 

—Pero no hablemos de mi trabajo, ¿Qué tal te fue hoy?—Sonrió mientras te apegaba más a su cuerpo.

—Bueno, tuve algunas horas libres y decidí venir temprano a casa, sirvió para que terminara todos mis deberes aunque me llevó todo el día encerrada.

—¿Ya comiste?—Cuando negaste, torció el gesto.—¿Por qué? Sabes que es malo saltarse las comidas, no es saludable y lo que menos queremos es que te enfermes. 

—Lo que tu digas, papá.—Sonreíste divertida y plantaste un beso sobre la comisura de sus labios, luego recorriste su mejilla y por último plantaste otro sobre su sien, disfrutando como soltaba un suspiro y cerraba los ojos. 

—Ya, no creas que con eso me distraerás sobre que saltaste tus comidas.

Hiciste un leve puchero y cuando hiciste el intento de zafarte de su agarre, sus manos se apretujaron mas a tu alrededor.

—Solo un momento más, luego vamos a cenar.—Guio tu rostro hasta el costado de su cuello y te acurrucaste más sobre él, depositando un pequeño beso ahí. 

Pero antes de que alguno tuviera planes de moverse, cayeron dormidos mientras se abrazaban y con el sonido de la televisión de fondo. 

✎ Imaginas (II) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora