Musa.

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—Siento que mi cara está sufriendo de un calambre justo ahora.—Murmuró tu novio desde el otro lado de la habitación.

—No seas dramático.—Dejaste el pincel sobre la paleta donde tenías algunos colores combinados, te inclinaste a un costado para poder verlo y sonreíste.

Después de tanto tiempo por fin te atrevías a pintar, pero al no tener precisamente en mente una idea que plasmar, tu novio se había ofrecido a ser tu musa para que lo impregnaras en aquel lienzo que tanto esmerabas utilizar. 

A pesar de tus advertencias y hacer que se negara al saber las consecuencias de lo que implicaría ser tu musa, se negó rotundamente y siguió adelante.

Y ahora lo tenías quejándose de calambres. 

—Cuando dijiste todo lo que conllevaba esto... Debo admitir de que no te creí al principio.—Negaste divertida ante su confesión y decidiste levantarte, caminando en su dirección. 

—Puedes estirarte, te permito un pequeño descanso, la parte que más me cuesta plasmarla ya la acabé.

Casi lo viste gritar de la emoción cuando dijiste dichas palabras, se levantó del banco y alzó sus brazos por encima de su cabeza hasta que sintió sus músculos destensarse y sentirse mejor. Sonrió en grande y luego se colocó la bata que antes habías reposado en el taburete de a lado para que se la pusiera en sus descansos.

No es que tuvieras problema con una visión bastante completa de su cuerpo semidesnudo, ni que él tuviera gran decencia en ese ámbito, pero era mero capricho.

Y es que aquella bata de color rojo se le ajustaba bien.

—¿Puedo ver?—Cuando intentó acercarse, agarraste el pincel y lo apuntaste con este.

—Ni se te ocurra, hasta que esté terminado.

Cuando intentó rodearte y llegar hasta la pintura, estrellaste el pincel contra su mejilla, embarrando de color café el costado derecho de su rostro. Volteó a verte sorprendido y solo sonreíste de forma angelical como si nada hubiera ocurrido momentos antes.

—¿Acabas de mancharme?

—¿Qué? Claro que no, yo prefiero llamarlo plasmar mi arte en tu cuerpo.

Entrecerró los ojos en tu dirección y retrocediste un paso cuando lo viste avanzar hacia ti. Mordiste tu labio antes de salir corriendo con la paleta en la mano y apretando el pincel en tu otra mano, alejándote lo más que podías de sus manos curiosas y codiciosas.

—¡Esto no se va a quedar así!—Sentenció detrás tuyo, tratando de alcanzarte pero fuiste más rápida a la hora de refugiarte en la habitación que compartían.

Pero estabas tan concentrada en esconderte en el armario que se te olvidó ponerle seguro a la puerta. Ahora él se encontraba en la habitación caminando con pasos sigilosos hacia aquel rincón donde te refugiabas. 

Chillaste y soltaste tu material de trabajo cuando abrió las puertas del armario y agarró tus tobillos para jalarte fuera de tu escondite y cargarte hasta la cama, donde te depositó en el medio y colocó su cuerpo encima del tuyo. 

—¿Algo que decir?—Cuando negaste con una sonrisa, pasó un dedo por la pintura aún fresca y la embarró en tu mejilla.

—¡No! Espera, no.—Reíste ante la acción y pataleaste en busca de liberarte, pero fue en vano.

—Nuevamente, ¿Algo que decir?

—¡Lo siento! ¿Si? Perdón por embarrarte de pintura pero no sigas, sabes que odio terminar sucia.

—Cariño, siempre terminas sucia.—Te guiñó el ojo al mismo tiempo que se impulsó y se incorporó, dejándote sola en la cama. 

Cuando le lanzaste la almohada que estaba detrás tuyo solo se carcajeó y se encerró en el baño. Con la intención de dar unos últimos retoques a tu pintura, volviste al armario para recoger tu material de trabajo desecho en el suelo y volviste a tu pequeño estudio improvisado donde tomaste asiento en el banco frente a la pintura y viste el trazo que anteriormente habías hecho.

Y es que, admirando las pinturas anteriores a esa, él siempre fue tu musa.

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Hola, nomás venía a decirles que he publicado el prólogo de dos futuras historias... Por si quieren ir a checarlo, nos vemos xx.

✎ Imaginas (II) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora