Decisiones.

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Era el cumpleaños número cuatro de tu hijo cuando te encontrabas en la cocina sacando el pastel de la caja y buscabas las velas para que las soplara a la hora de cantarle en su celebración. Para ese punto te sentías estresada y a punto de llorar en signo en frustración debido a que tu marido no contestaba su teléfono y te preocupaba que no llegara a tiempo. 

—Contesta, contesta.—Pedías con el teléfono entre tu oreja y el hombro, mientras colocabas las cuatro velas en el centro del pastel.

Buzón de voz...—Gemiste en frustración al escuchar por novena vez aquella frase y dejaste tu celular sobre la barra de la cocina. 

Él había prometido llegar a tiempo, él tendría que haber llegado desde hace rato para convivir con su hijo y pasarla como la familia que eran, pero al parecer no podría ser de esa manera. Te sentiste mal por tener que desilusionar a tu hijo en su propia fiesta de cumpleaños con sus amigos presentes y con todos tus familiares reunidos mientras conversaban en la sala. 

Soltaste un suspiro y tallaste tus ojos con el dorso de tu mano, quitando cualquier rastro de lágrimas y verificaste que el pastel se encontrara bien antes de salir de la cocina con el postre en tus manos y dirigirte a la sala donde reposaba la mesa que te habías esmerado para acomodar los regalos y las fotos que se quisieran tomar. 

—¿Y dónde está el cumpleañero? ¿Acaso no quiere su pastel de chocolate que tanto le gusta?—Alzaste la voz para que los niños te escucharan y fue cuestión de segundos para que vinieran corriendo justo a tiempo que dejaste el pastel en medio y sacabas un encendedor para prender las velas.

Viste como tu pequeño hijo se subía la silla para estar a la altura del pastel, el cual lo miraba con grandes ojos de ensoñación y juntaba sus manos en cada una de sus mejillas regordetas. 

—Bien, quien no cante no tendrá su pedazo de pastel.—Mencionaste con tus manos en la cintura y mirabas a los más pequeños.

Asintieron con emoción y entonces diste una cuenta regresiva antes de que todos empezaran a corear las mañanitas y tomabas video de la reacción de tu hijo. 

Cuando terminaron de cantar, todos aplaudieron y vitorearon mientras tu pequeño dio una pequeña mordida en la orilla del pastel y salía con su boquita cubierta de betún de chocolate y con una sonrisa abierta, mostrando sus pequeños y los pocos dientes que tenía en crecimiento. 

—Hagan fila y les pasaré un plato con pastel, pero sin amontonarse ni aprovecharse.—Hiciste la señal de vigilarlos con tus dedos y luego procediste a cortar en rebanadas el pastel. 

El tiempo después de ahí pasó demasiado rápido; Para cuando menos esperabas, ya los últimos visitantes se despedían y les deseaban una linda noche. Tu hijo gritaba emocionado por sus regalos y sus nuevos juguetes mientras comía un trozo de pastel que le habías servido y veía una bolsa de legos que le habían regalado 

—Amor, ayuda a mamá a recoger tus regalos y súbelos a tu habitación, ¿Si? Por favor, mientras yo termino de recoger aquí y subo para ponerte tu pijama.

—¡Sí! Ya voy.—Habló con entusiasmo y te entregó su plato mientras iba por las bolsas de regalos y subía las escaleras con estos arrastrando detrás suyo.

Cuando lo perdiste de vista, no pudiste ignorar la fea sensación en tu pecho. Su padre jamás llegó y se la pasó cuestionando toda la tarde si su papá vendría a su fiesta, le prometiste que le traería un gran regalo y esperabas que fuera así. 

La puerta principal fue abierta y apretaste la toalla entre tus manos para secarlas y lo viste dirigirse hacia ti con un peluche de cocodrilo grande entre sus brazos y unos globos.

✎ Imaginas (II) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora