Danzar.

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Estabas sola en el departamento mientras veías en como ocupar tu tiempo mientras esperabas a tu novia llegar. No te gustaba que tu día de descanso sea cuando ella trabaja pero no podías quejarte, de una manera u otra siempre aprovechadas para consentirla.

Ese día no fue la excepción y decidiste prepararle su platillo favorito mientras esperabas a qué llegara. Faltaba una hora para que saliera cuando te pusiste manos a la obra y te dirigiste a la cocina para comenzar tu plan.

Sacaste los ingredientes necesarios y prendiste la pequeña radio que había arrumbada en la esquina de la cocina para escoger una estación que más te convenció y empezar a preparar la mezcla. Cuando una de tus canciones favoritas comenzó a sonar te limitaste a tararearla y mover tus caderas conforme la melodía sonaba, creando un ambiente amigable y contagioso.

Cuando pusiste la mezcla en el molde y cambió la canción a una más movida, alzaste tus brazos justo cuando el coro sonó y cantaste como si tu vida dependiera de ello, disfrutando cada segundo que presenciabas de la radio.

Te sumergiste en tu propia burbuja de felicidad mientras esperabas que la comida estuviera lista. Bailabas por toda la cocina y comedor, al igual que cantabas con pasión y anhelo la melodía que sonaba por la radio. Sonreíste y te perdiste entre la balada, sin escuchar el repentino tintineo de las llaves en la puerta de entrada y como la figura de tu persona favorita entraba.

—Bebé, ya llegué.—Dejó las llaves sobre el recibidor y su chamarra en el perchero. Se deshizo de sus zapatos y los cambió por unas cómodas pantuflas para dirigirse a dónde provenía la música.

Se recargó en el marco de la puerta y sonrió en grande cuando te vio mover las caderas al ritmo de la canción y como alzabas tus brazos sobre tu cabeza y tu voz sonaba algo agrietada por todo el rato que llevabas cantando. Se enterneció con la escena y esperó a que la hora de música se detuviera para que el locutor comenzara a dar su discurso de despedida cuando te volteaste y pegaste un grito al verla viendo tu show.

—Oh por dios, me has dado el susto de mi vida.—Llevaste tus manos a tu pecho y trataste de controlar tu corazón acelerado.

—Te llamé cuando llegué pero parecías más centrada en brindar un concierto privado a un público fantasma.—Sonrió con burla y se acercó hasta quedar frente tuyo y envolverte entre sus brazos.

—Déjame, ellos realmente me aplaudían y me pedían una canción más.—Seguiste su broma y pasaste tus manos sobre sus hombros y sonreíste al sentirte tan cerca suyo.

—¿Y yo no podría tener también un show privado?—Cuando sonrió con picardía, solo golpeaste su hombro y negaste.

—No tengo tiempo, puedes consultar mi agenda con mi mánager.

—¿Mánager? ¿Quién es tu mánager?—Arqueó una ceja mientras se inclinaba y frotaba su nariz contra tu mejilla y depositaba suaves y pequeños besos sobre tu rostro.

—Mm, aún estoy en busca de uno pero por lo mientras seré yo misma.

—¿Y me podrías decir qué días tienes desocupados?

—Tengo este momento desocupado, justo ahora.—Cerraste los ojos con plenitud cuando sentiste sus labios recorrer los tuyos y ansiaste tu deseado beso, pero cuando el horno sonó por todo el lugar, te separaste al recordar la comida.—¡La comida!

—¿Preparaste algo en el horno?

—Sí, pero espero que no se haya quemado mientras cantaba o será muy vergonzoso.—Mordiste tu labio y agarraste los guantes para sacar la comida y sonreíste satisfecha al ver el gratinado perfecto frente a tus ojos.—¿Me ayudarías a poner la mesa? Mientras yo termino de preparar esto.

Se inclinó para abrazarte por detrás y besó tu mejilla. —Claro, bebé.

Fue un trabajo en equipo para acabar rápido, y cuando menos esperaban ya se encontraban sentadas en el comedor mientras se servían porciones de la rica comida que habías preparado solamente para complacerla y ver aquella sonrisa de felicidad que te robaba suspiros enamorados. 

—Esto está muy rico, amor. Muchas gracias por esto, realmente extrañaba que cocinaras para mí.—Confesó con un leve rubor en su rostro.

Sonreíste enternecida y te inclinaste para besar con suavidad sus labios, disfrutando de la esponjosidad de estos y del sabor de fresa que su labial favorito desprendía siempre.—Me gusta complacerte, y me aseguraré que cada semana tengas cada de tus comidas favoritas sobre la mesa para cuando vengas de trabajar.

—No, amor. No quisiera molestarte, podemos encargar algo de comer en lugar de que te la pases cocinando, también puedo cocinar yo.

—No es ninguna molestia para mí, sabes que me gusta consentirte.

—Está bien, pero también déjame consentirte cada que pueda.

Asentiste y decidieron seguir comiendo en la tranquilidad de su departamento en medio de pláticas pasajeras y caricias, compartiendo miradas enamoradas y suspiros de anhelo para terminar el día abrazadas y acurrucadas a la hora de dormir. 

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Perdí el imagina donde hacía la pregunta y no sé quién me lo pidió): pero espero que te guste <3.

✎ Imaginas (II) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora