Capítulo 13. "Lluvia"

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Capítulo 13.
Brynn Gilmore.

—¡Estás loco! —grito.

—¡Tú eres la loca que no ayuda! —grita, dándome la espalda.

—Harry, eres idiota si crees que es buena idea limpiar el patio —me abrazo a mí misma mientras tiritando—. Estamos a menos dos grados.

—Papá nos mandó a limpiarlo —se gira con la pala en mano.

—Si... cuando hubiera sol —apunto el cielo—. Esta más oscuro que mi alma.

—Mhm... no creo —niega.

Me ignora y sigue en su labor de quitar la nieve que quedo de la última nevada para hacer un camino para que podamos pasar caminando sin problema, aparte que papá pidió que podara el árbol y la valla de arbustos, los cuales están más secos que yo.

Y ahí está, el idiota de mi hermano aguantándose el frio por gusto. Papá dejo muy en claro que limpiáramos cuando hubiera sol... pero este suele no escuchar a nadie que no sea Kai.

—¿Te vas a quedar ahí o me vas a ayudar? —protesta.

Coge el rastrillo, el cual SI es para quitar nieve, y comienza ahora si a trabajar. Obviamente la pala no le estaba ayudando en nada, pero es que tiene el cerebro del tamaño de un grano de arroz. Suspiro hondo a la vez que me acerco al closet de herramientas y saco otro rastrillo.

Comenzamos a trabajar hombro a hombro, bueno, lado a lado. Recordemos que su hombro está a la altura de mi frente.

—Papá debería comprar una máquina para quitar la nieve —murmura entre dientes.

—O contratar a alguien para que lo haga —espeto.

Empujo con todas mis fuerzas el rastrillo, cada vez se ve más el césped. Del lado de Harry se ve, del mío no tanto. Tengo la fuerza de un niño de seis años, esta cosa pesa y la nieve es complicada de quitar, es muy dura.

—¿Cuándo volverá a nevar?

—Según el clima —hace un mohín por la fuerza—. Como en dos días.

—¡Y para eso estamos cargándonos de frio aquí! —resoplo—. Se volverá a llenar de nieve.

—Eso díselo a papá.

—No —lo miro de reojo—. Tú fuiste el que quiso limpiar ahora, él dijo muy claro que hasta que hubiera sol y-y... —empujo la jodida pala—. Para eso falta casi un mes.

—Brynn, cállate y trabaja.

—¡Ni que fuera tu empleada! —grito a la vez que sigo usando toda mi fuerza para empujar el rastrillo.

Parece que se atascó, no me jodas. Mis botas se resbalan gracias a la fina capa de hielo que todavía cubre el camino que hemos hecho. Maldita sea, no avanza.

—A ver, quítate —Harry deja caer su rastrillo y coge el mío.

Con suma facilidad lo saca de la nieve. Me ve con cara de no me jodas.

—¡Tú tienes fuerza, yo no! —le arrebato mi rastrillo.

—Debilucha —canturrea.

Harry Alexander Gilmore, has acabado con mi poquísima paciencia

—¡Cállate, muro de Berlín! —sigo empujando—. Pareces un armario más en casa.

—Y tu un perchero —lo miro, ceñuda—. Ya sabes, son delgados y tienen brazos de palo.

—¡Agh, te odio!

Dejo caer mi rastrillo, me agacho y cojo un puñado de nieve. Mi imperfecta bola de nieve ha sido impactada con la cara fea de mi hermano.

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