Capítulo 11. "Dust in the wind"

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Capítulo 11.
Brynn Gilmore.


—¡Hey! —aplaude en mi cara.

Mi giro hacia Caitlyn y sacudo la cabeza. ¿En qué momento me quede viendo la puerta?

—Se te fueron los ojos —sisea, cruzándose de brazos.

—Lo siento —paso mis manos por mi falda, haciendo que esta se alise.

—Bien, tenemos una semana, bueno... cinco días —ladea la cabeza—. ¿Estas segura?

—¿No crees en mí? —frunzo el ceño.

Maldita sea, lo único que no quiero es que me hagan dudar. Estoy a una raya de salir corriendo de aquí.

—Claro que creo en ti, sino no te hubiera dicho que hicieras el solo desde hace ya una semana, pero la señorita quiso buscar pareja y míranos... corriste a tu pareja.

La miro perpleja, no entiendo. No lo corrí, simplemente lo liberé de su tortura diaria.

—En algún momento me iba a dejar —aclaro.
Da un suspiro muy exagerado y cierra los ojos de golpe.

—Dejando a Beaumont de lado... ¿Cómo te sientes?
Hago una mueca y miro al piso de hielo.

Eso quisiera saber yo... desde los once no patino sola y en verdad me aterra. Una parte de mi quiere, pero otra es un constante recordatorio que no soy capaz y que fracasare en el intento. Es jodidamente abrumador, es cansado y estoy harta.

Pero, sé que hay un motivo y habrá una recompensa.
Ella se sentiría muy orgullosa de ti, Brynn...
Ojalá ese simple recuerdo me ayudara a relajarme y seguir, pero, no sé si me impulsa o me atora.

—Bien —digo en un suspiro—. ¿Ya tienes la coreografía? —asiente.

—Ajá, será la pieza de Nocturne de Frederic Chopin —abro los ojos de asombro.

—Whoa —se me escapa el aire—. Sí que será un reto, ¿piano o violín?

—Violín —lleva sus manos a mi chaqueta y la acomoda—. Será todo un reto porque estas acostumbrada a ir a la parte de alguien, y ahora serás tú y tu sombra.

—¿Hay pasos que ya se? —me cruzo de brazos.

—Saltos, giros. Puede que al principio te sientas muy sola o que te falta algo, pero se te quitara.

Asiento, algo perdida y me voy al centro de la pista.

—En cuanto inicie el violín te deslizaras un poco hacia la izquierda a la vez que levantas esa pierna y el brazo derecho, como si soltaras algo con sumo cuidado, después al quedar dándome la espalda darás dos pequeños saltos y flexionaras tu pierna derecha a la vez que bajas tu torso a ella, levantas el brazo izquierdo y esa pierna quedará extendida al momento de girar, será de trescientos sesenta grados —asiento frenéticamente mientras me grabo todo lo que ha dicho.

Suspiro hondo, muy hondo, cierro los ojos y relajo mis hombros. No puedo permitirles a mis nervios llegar en este momento, solo atrasaran todo y es lo que menos necesito, pero es tan imposible controlarlos.

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