No volvieron a intercambiar palabra hasta que Shaoran prendió una fogata y ella se acercó para calentarse.
—Pensé que no sabías hacer algo así —dijo al sentarse. Él sujetó su bolso de viaje y sacó una hogaza de pan y una bolsa de papel con frutos secos.
—La verdad es que sabía que eventualmente tendría que pasar una noche, como mínimo, sin techo, y le pedí a uno de los hombres con quien me alojé, que me enseñara a hacerlo.
—¿Y... esos hombres no te reconocieron?
—No les di mi nombre real, solo dije que estaba viajando. Mi rostro no es tan conocido como sabes, aunque mi nombre sí. ¿Quieres un poco? —preguntó y le alcanzó el pan y los frutos secos.
—Gracias —comentó en tono bajo y él asintió mientras ella recibía la comida.
—No hay de qué. Tengo bastante de eso en la bolsa de viaje. El último hombre con el que me quedé se dedicaba a recolectar frutos secos; no los conocía todos y me gustaron tanto que me regaló una gran cantidad.
—Parece que se te da hacer amigos —comentó antes de probarlos y darse cuenta de que realmente estaban deliciosos.
—La verdad es que no, solo tuve suerte ¿y tú? ¿Tienes algún amigo, Sakura? —quiso saber mientras atizaba el fuego con una rama que luego lanzó a la fogata.
—No. Creí que te había quedado claro que no soy bien recibida.
—Me refiero a otro hechicero o brujo. Debes conocer a alguien que sea como tú, ¿no?
—No. Yuuko es la sociable de las dos y pocas veces me ha presentado a sus amigos. ¿Tú no tienes?
—Mi maestro de esgrima y mi prima, solamente. Intenté hacer migas con los chicos a los que me enfrenté en los torneos de esgrima, pero todos me hablaban con tanta formalidad que me hacían sentir incómodo.
—¿Salías a torneos? Creí que nunca habías salido del palacio.
—Los torneos siempre se celebraban en el palacio; y sí he salido, pero muy contadas veces, con una gran escolta y a lugares muy específicos.
—Entonces quizá no seas tan bueno en esgrima como piensas —atizó ella y él alzó una ceja confundido.
—¿Por qué lo dices?
—Si los torneos se celebraban en tu hogar, quizá los participantes solo estaban contratados.
Shaoran pareció ofenderse por las palabras de Sakura.—Ninguno de los jueces sabía mi identidad verdadera cuando tenía un duelo. Siempre luchaba bajo pseudónimo; fue idea de mi maestro —se defendió él—. Ni siquiera mis padres sabían que competía.
—¿No lo sabían?
—No. Mi maestro me dijo que padre lo había contratado para mantenerme ocupado y concentrado en cosas de hombres; pero le dijo que no debía esforzarse demasiado. Mi maestro, sin embargo, decidió que valía la pena esforzarse cuando notó que se me daba bien.
—¿Y a quién premiaban, entonces?
—Escogía a alguien de entre los participantes y lo hacía tomar mi lugar —susurró y se encogía de hombros—. Les revelaba mi identidad con la promesa de que les daría el premio si no decían nada. Lo juraban por su espada; pero aunque parecían agradecidos... nunca intentaron conocerme o entablar conversación más de lo necesario.
—Tal vez el título les imponía —dijo ella. Shaoran se encogió de hombros y dejó de mirarla. Supo, por su mirada, que aún estaba ofendido por la conclusión a la que ella había brincado—. Lamento haber dicho eso.
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La forjadora de bestias
RandomY el príncipe y la princesa vivieron felices por siempre, pero... ¿y si el príncipe se enamorara de la bruja?