Un nombre

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—¿Tu abuela murió? 

—Sí.

—¿Hace mucho? —preguntó la joven sin girarse hacia él. 

—Cinco años. Antes de fallecer me hizo prometerle que saldría al mundo antes de hacer cualquier otra cosa. 

—¿Por qué crees que te hizo prometer eso? 

—Porque ella decía que... la vida es muy corta como para desperdiciarla haciendo cosas que los demás desean que hagas.

—¿Tus padres te obligaban a hacer algo? 

Shaoran no quiso seguir y se quedó callado por algunos segundos. Ella interpretó su silencio debidamente y mantuvo las preguntas fuera de su cabeza.

—¿Y tú? ¿No conociste a tu familia entonces? 

—No —respondió rápidamente con un sentimiento de incomodidad. Nunca hablaba de ella o de su vida con nadie, ni siquiera con Yuuko.

—¿Y alguna vez...?

—¿Podríamos no hablar de mí? Odio hacerlo.

El príncipe miró la coronilla de la muchacha con expresión indefinible. 

—En serio eres extraña. 

—¿En serio vas a empezar de nuevo? 

—No... lo digo porque... creí que a todas las mujeres les gustaba hablar de ellas mismas y ser el centro de atención. Al menos las que he conocido son así.

—¿Todas? —quiso saber sin poder comprender cómo había gente que disfrutaba poniéndose a sí misma como tema de conversación.

—Menos mi abuela; aunque para ser sincero... ella era algo egocéntrica. Se sabía inteligente y hermosa y no dudaba en mostrarlo; pero siempre lo hacía de maneras increíblemente curiosas y disparatadas.

Sakura sonrió y sintió que casi podía imaginarse a aquella mujer a pesar de no conocerla. 

—Pues mi tema menos favorito es lo que se relaciona conmigo.

—¿Y cuál es tu tema favorito entonces? 

Sakura suspiró entre dientes y negó con la cabeza.

—¿Seguiremos hablando de mí? 

—No de manera directa. Yo contesté a tus preguntas, al menos tienes que intentar contestar las mías.

Sakura negó con la cabeza sin saber qué decir, pero él esperó pacientemente hasta que de pronto ella habló:

—Me encanta todo lo que tenga que ver con seres fantásticos, pero paso la mayor parte del tiempo leyendo libros de... toxicología. 

Shaoran alzó ambas cejas en señal de asombro y confusión. 

—¿Toxicología? Es bueno que no te guste hablar acerca de tus preferencias en público.

—¿Qué tiene de malo que me guste la toxicología? 

—No tiene nada de malo; solo te hace ver como una lunática homicida en potencia.

—Para qué preguntas si vas a juzgarme. 

—No puedes culparme, sabes que lo que digo es verdad, pero bien... te daré el beneficio de la duda y...

—No necesito que me des el beneficio de la duda, maldito haragán —susurró de malas—. Y olvidas que fuiste tú el que pregunto. 

—Oye, tranquila... solo establecía lo obvio, pero en pro de nuestra relación...

—¿Cuál relación? No tenemos ninguna relación.

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora