La batalla de los mortales

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Mechones de cabello ondulado que cayeron sobre él en cuanto la mujer se inclinó para continuar revisándolo, le hicieron darse cuenta de que no era ella. Sakura tenía el cabello castaño brillante... casi rojizo y en ese momento se veía mucho más opaco y casi cenizo; creía que se trataba por la poca luz que había en el lugar, pero no era así. Decididamente esa mujer no era Sakura por mucho que se asemejara a ella. 

—Touya también está respondiendo —dijo la voz masculina lejana. 

Shaoran movió la cabeza de un lado a otro sintiendo un mareo repentino. Ya no sentía la sordera en el oído y parecía poder mover bien el hombro dislocado. 

La sonrisa de la mujer le mostró los dientes blancos. 

—¿Cómo te sientes? 

Sus manos suaves le recorrieron el rostro, el cuello y el pecho. 

—Mareado. 

—Es normal —explicó la mujer—, tuvimos que utilizar mucha magia en ambos para retirar el efecto del veneno. Lo importante fue que llegamos a tiempo; si hubiésemos tardado más de media hora las cosas no habrían salido bien. 

Shaoran se despabiló y parpadeó para enfocar mejor mientras se incorporaba en los codos con ayuda de la mujer.

—No creo que sea la mejor manera de presentarnos —empezó ella con una hermosa sonrisa—. Soy Nadeshiko... la madre de Sakura. 

Shaoran no pudo evitar mirarla con asombro; era hermosa. 

—Shaoran —dijo y de inmediato recordó que ella lo conocía por otro nombre—. Xiao Lang. 

Se había acostumbrado a pensar en sí mismo de la manera en la que Sakura le llamaba. 

La mujer le sonrió aún más y Shaoran advirtió que a pesar de las ropas andrajosas y la suciedad, era la mujer más hermosa que él había conocido. 

—Me parece que te he puesto las cosas difíciles, Shaoran; realmente lo lamento. 

La miró sin comprender, pero en poco advirtió que ella se refería al maleficio que le había lanzado cuando era un bebé. 

—Te pido una disculpa sincera. 

Se incorporó y le ayudó a hacer lo mismo a él. Cuando el joven estuvo en pie se dio cuenta de que se sentía mejor y había recuperado el control de su equilibrio. 

Fujitaka se incorporó también y ayudó a Touya. Shaoran avanzó hasta su amigo y lo miró con expresión aliviada antes de abrazarlo. 

Touya soltó un gemido de molestia acompañado de una risa divertida ante la muestra de afecto del príncipe. 

—Cielos... estoy tan aliviado de que estés bien... Tomoyo me habría asesinado de saber que te dejé morir por segunda vez. 

—No se enterará de esto, no te preocupes, no se lo diré —le aseguró el mayor, luego se alejó de Shaoran; miró a Fujitaka y frunció el ceño con una expresión indescifrable—. No pienso perdonarte tan fácilmente —dijo con una mirada crítica y Fujitaka sonrió. 

—Contaba con eso... me esforzaré para que me perdones —susurró y entonces Touya lo tomó por sorpresa y lo abrazó. 

Cuando se alejó de él, los cuatro se miraron y Shaoran fue el primero en observar hacia la puerta cerrada del comedor. Fujitaka miró las espadas de los dos jóvenes y sonrió. 

—Veo que Yuuko logró el conjuro a pesar de no haberlo hecho nunca —advirtió con un dejo de admiración en su voz—. También necesitaremos una, Nadeshiko.

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora