Desconcierto

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En cuanto regresaron al comedor de la mano, él le ofreció asiento primero y Sakura se sentó con una expresión cohibida ante la mirada de todos los presentes. Yue se les había unido y tampoco disimulaba su asombro ante la nueva apariencia física de la muchacha. La chica de cabellos negros y lacios, ladeó su cabeza y la miró fijamente.

—¿Tu nombre es Sakura? —preguntó con lentitud.

La de ojos verdes asintió.

—¿Eres la novia de mi futuro esposo? —cuestionó tomándola por sorpresa. Shaoran miró a Touya con un gesto lleno de molestia y él solo se encogió de hombros.

—Ella sacó sola la conclusión.

Sakura se aclaró la garganta y negó con la cabeza.

—No, yo... —no tenía idea de cómo debía explicar su relación con Shaoran. La de ojos amatistas alzó el rostro como si el hecho de haber perdido la memoria no afectase su porte noble, y sonrió.

—Eres muy hermosa. No me sorprende que se haya fijado en ti. Luego de que nos casemos, él podrá ir contigo las veces que desees; no lo impediré.

Nakuru tosió ruidosamente y su esposo le golpeó la espalda con una sonrisa burlona. Shaoran, boquiabierto, la miró fijamente. Touya rio entre dientes y miró hacia otro lado; la de ojos amatistas lo observó con desagrado.

—¿Qué le hace tanta gracia? —preguntó en una filosa observación y Touya regresó sus ojos a la chica.

—Aún no decido qué de todo me divierte más.

Ella alzó una ceja y lo miró como si no valiera la pena hacerlo.

—Bien; en lo que se decide, ría en su mente —casi le ordenó con aires de grandeza. La molestia cruzó por los rasgos del más alto, que se apoyó en el respaldo y se cruzó de brazos.

—Yo no obedezco órdenes de nadie —comentó con una expresión llena de furia contenida, la mandíbula rígida y el ceño fruncido—. Mucho menos de gente estirada como tú.

Tomoyo parpadeó sorprendida ante el insulto. No recordaba si alguien la había insultado de ese modo o no, pero estaba casi segura de que no era posible. Ella era una princesa, por todos los cielos... nadie osaría hablarle de esa manera. Dejó salir una ruidosa bocanada de aire, impropia de una princesa, y negó con la cabeza.

—No puede hablarme de ese modo —dijo con la voz llena de desagrado—. ¿Quién se cree que es?

Los otros presentes miraban de uno a otro sin saber qué decir.

—Alguien con más de dos dedos de frente, a diferencia de ti —contratacó él.

La joven se llevó, asustada, la mano a la frente de inmediato sin haber comprendido a lo que él se refería. Nakuru apretó los labios para no reírse de ella, mientras la joven parecía medir con sus dedos acostados, esa parte de su cuerpo.

—Tengo cuatro —informó molesta y él, sin poder evitarlo, soltó una carcajada que iluminó con burla sus ojos.

—Seguro que sí —concedió de buena gana.

Sakura miró a Touya con molestia por primera vez y cuando sus rostros se cruzaron, a él se le borró la sonrisa.

—No deberías burlarte de ese modo de las personas, por mucho que te desagraden —dijo y de inmediato miró a la de cabellos negros que pareció confundida de que la de ojos verdes saliera en su rescate—. No le hagas caso. No hablaba de manera literal.

Tomoyo se sonrojó al notar que probablemente había sido la comidilla de todos. Nadie volvió a compartir ningún pensamiento hasta que terminaron el desayuno. Nakuru y Yue se fueron a atender a los huéspedes y Touya, de malas, salió del comedor con dirección a su habitación.

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora