El fin de un viaje

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Cuando la noche cubrió el océano, Touya les comentó que había un pueblo a pocos kilómetros de donde estaban, hacia el este. Se decidieron a pasar la noche allí y no tardaron mucho tiempo en llegar. Esta vez, Sakura iba con Shaoran, ambos montados sobre Fang, y Tomoyo y Touya cada uno en sus respectivos caballos, pero a la par. 

Sakura miraba hacia el frente, sus ojos perdidos en el romper de las olas; el abrazo cálido de Shaoran la hacía sentir realmente llena. 

Luego de que le hubiese confesado por fin sus sentimientos, no habían hablado de eso. Estaba un poco nerviosa porque aún no tenía idea de lo que harían. 

Sus pensamientos la poseyeron hasta que llegaron al pueblo costero y se dirigieron a la zona del centro; como no era tan tarde aún estaban abiertos pequeños negocios de comida y puestos ambulantes. 

La plaza central era espaciosa. Al centro había una hermosa fuente con una escultura de una bella sirena hecha en metal, sobre un pedestal de piedra que era ornado por un grupo de olas que parecían realmente estar en movimiento, golpeando la aleta de la hermosa mujer con el torso desnudo que miraba en dirección hacia donde estaba el mar con una mezcla de añoranza y tristeza tan intensa, que daba la impresión de que sus ojos producirían lágrimas en cualquier instante. 

La fuente estaba rodeada de pequeñas mesas y sillas de metal que la gente usaba para comer lo que compraban en los puestos ambulantes. 

Sakura se apeó del caballo con ayuda de Shaoran y buscó su mano inmediatamente después de que sus pies se encontraron en el suelo. 

—Iré a beber agua de aquel abrevadero —dijo Tomoyo en cuanto bajó del caballo con agilidad y señaló un bebedero de piedra que estaba pegado a una de las paredes de la plaza. Touya se acercó a ella y la joven lo interrogó con su rostro—. ¿Qué? 

—Está lejos. Te acompañaré. 

Ante su clara muestra de preocupación, ella quiso decirle que no estaría a más de treinta metros de distancia, pero con una sonrisa de tímida coquetería, asintió. 

—Nosotros compraremos algo de comer —señaló Shaoran y haló a Sakura de la mano.
Ambos caminaron entre las mesas y los puestos ambulantes y él le pasó un brazo por detrás de los hombros y la acercó para besarla en la frente.

—¿Algo especial que quieras? —le preguntó comedido. Sakura puso rostro pensativo y luego se giró y sonrió. 

—Un beso.

Shaoran sonrió y señaló a los puestos. 

—Me refería a algo de comer.

—Entonces a ti. Nakuru tenía razón... eres delicioso. 

La sonrisa de él se amplió, la sujetó por la cintura y se inclinó para darle un beso rápido en los labios. 

—Yo... —empezó y llevó su mano a la mejilla de la muchacha—, hay algo de lo que deseo que hablemos. 

Sakura sintió su corazón palpitar nervioso y asintió en cuanto la llevó hasta la fuente y ambos se sentaron en la base. Shaoran sujetó la mano de la joven y suspiró. 

—He estado pensando en todo y llegué a la conclusión de qué es lo que debo hacer. 

—¿Y qué fue lo que concluiste? 

—Antes de que te lo diga, necesito saber si estás dispuesta a apoyarme en lo que sea que haya decidido. 

Sakura frunció el ceño, la seriedad en el rostro de Shaoran la hizo sentir extrañamente alerta. 

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora