Ladrón que roba a ladrón

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No podía comprender qué hacia ella allí. La muchacha, sin embargo, no alzó el rostro hacia ellos y la sonrisa que comenzaba a asomar en los labios de Tomoyo, se desvaneció. 

—¿Qué...? —comenzó Shaoran y entonces sí, Sakura lo miró. Lo miró directo y él observó que antes de que pudiera decir cualquier cosa, ella rehuyó su mirada. Pasaba algo extraño... algo había sucedido—. ¿Qué sucede aquí...? Majestad, ¿cómo...? 

Reed alzó una mano en una muda orden de silencio. 

—Veo que se conocen —dijo con una sonrisa divertida—. Esto es muy fácil, joven Li. Como te decía... tienes dos opciones: rechaza a mi hija y muere... o cásate con ella —dijo y señaló a Sakura—. Me parece que es a quien buscabas, ¿no es así? Sakura, aunque adoptiva, es la mayor de mis hijas, por lo tanto y por derecho, ella debe casarse primero. ¿Qué tan atractiva te suena la idea, príncipe? —preguntó con una sonrisa llena de infame interés—. Estoy seguro de que, Sakura no tiene ninguna intención de negarse. ¿No es así, cariño? —preguntó y la joven de inmediato quitó la vista del suelo para enfrentarse con la del rey. 

—Por supuesto —respondió con suavidad. 

—Padre —la invitó él. La muchacha enrojeció y asintió.

—Padre.

La manera en la que ella lo dijo le hizo sentir alerta. Reed invitó a la muchacha a sentarse a su lado con un ademán de mano. La muchacha convino con un asentimiento, avanzó hasta la silla de la izquierda y se sentó con ayuda de uno de los criados. 

Ni a Tomoyo ni a Shaoran les pasó desapercibida la mirada de desagrado que Sonomi le lanzó a la recién llegada. 

El príncipe permaneció de pie observando a Sakura quien, con mirada vacía, contemplaba el plato frente a ella, experimentando unas náuseas terribles ante la visión y el olor del cordero ahumado con berros. 

Shaoran apretó los puños y el rey se sentó y le pidió que hiciese lo mismo con un gesto. 

—¿Qué vas a decidir entonces? ¿Te casarás con ella? 

El más joven notó que Sakura tuvo la intención de girarse hacia él, pero se arrepintió casi en el acto. 

—Yo... —comenzó mientras que, con mirada alerta, descendía hacia el asiento de su silla. Se aclaró la garganta y notó el modo en el que la muchacha palidecía—, quisiera hablar con ella en privado, antes de tomar una decisión. 

Reed sonrió. 

—Claro... por supuesto que tendrás oportunidad de hablar con ella a solas; sin embargo, estás equivocado si crees que permitiré que pongas en peligro su honor, así que deberá ser después de que me des una respuesta. Si decides casarte con ella, podrán hablar a solas todo lo que deseen. 

Shaoran volvió a aclararse la garganta. No entendía nada. 

—Entonces...

La puerta del comedor se abrió y Fujitaka entró con paso rápido, seguido de Touya, quien se detuvo repentinamente al darse cuenta de que esa era una cena familiar y todos estaban a la mesa. Maldijo entre dientes en el momento en el que Tomoyo jadeó y dejó caer la copa en la mesa. 

El rey miró a su hija con una ceja alzada mientras ella abría los ojos, sorprendida por la llegada del muchacho. 

Touya le dirigió una mirada asesina a Fujitaka que en ese mismo momento rehuyó los ojos asesinos del chico, con un gesto tranquilo, y lo señaló ante el rey. 

—Su majestad —susurró el emisario.

El rey contempló con un gesto lleno de animadversión, la llegada de Touya, quien rápidamente se inclinó frente al hombre para ofrecerle sus respetos. 

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora