La sonrisa que el monarca le dio, no llegó a sus ojos.
—Príncipe Li, es todo un placer contar con su presencia. Me parece que debe haber sido una pesada travesía. No tengo palabras para agradecerte que hayas traído a nuestra hija, sana y salva, de regreso a casa.
—No tiene que agradecer; al final de cuentas era lo que debía hacer.
Reed asintió y sus cabellos largos amarrados en una coleta baja, se agitaron un poco por el movimiento.
—De hecho, hay algo que...
—Seguro están cansados —comentó el hombre, interrumpiendo a Shaoran—. Fujitaka les mostrará sus habitaciones para que puedan tomar un baño, cambiarse y unírsenos en la cena.
Shaoran asintió y se obligó a guardar lo que deseaba decir. Tomoyo había estado mucho más callada de lo normal y cuando su padre se acercó a ella, la muchacha retrocedió un paso.Los ojos del hombre la sondearon con extrañeza.
—Sé que no me recuerdas, cariño... pero eso no quiere decir que no sea tu padre o que tú no seas mi hija. Estoy feliz por tu regreso.
Tomoyo supo que decía la verdad, pero eso no la hizo sentir mejor; a pesar de ello asintió y se acercó para dejar que él la tocara. El rey pasó las yemas de sus dedos por la mejilla derecha de la joven y sonrió nuevamente.
—Ya estás en casa.
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Luego de que Fujitaka les hubiese acompañado a sus habitaciones, ambos se introdujeron e hicieron lo debido; tomaron un baño, se cambiaron y salieron en poco más de una hora, al pasillo. Sus habitaciones estaban una al lado de la otra y Shaoran fue el primero en dejar la suya; esperó paciente apoyando la espalda contra la pared y cuando la puerta de Tomoyo se abrió, la miró con un amistoso interés.—Es la primera vez que pareces una princesa desde que nos reencontramos.
Las dos doncellas que la habían ayudado a peinarse y a vestirse, dejaron la habitación y se fueron rápidamente para dejarlos solos. Tomoyo sonrió con ironía.
—Creo que me acostumbré a llevar menos capas de ropa —susurró señalando el vestido que llevaba puesto; lleno de encaje, olanes, una falda prominente y un escote que dejaba visible parte de sus pechos.
Se sentía terriblemente incómoda.
Shaoran tuvo el excelente tino de no mirar debajo de su barbilla y sus ojos se quedaron fijos en los de ella.
—Ciertamente... yo me siento igual.
Se acercó a ella y le ofreció su brazo para comenzar a caminar con dirección hacia el gran comedor; ninguno de los dos sabía exactamente por dónde debía ir, pero supusieron que en poco encontrarían al emisario.
—¿Te sientes más tranquila? —le preguntó al doblar en una esquina con dirección hacia donde recordaba que estaban las escaleras.
Tomoyo frunció el ceño y denotó con ello su inseguridad.
—No lo sé... me siento tan... extraña.
—Entiendo; es lógico que te sientas fuera de lugar. Seguro las cosas mejorarán. Tomoyo —agregó y esperó unos segundos antes de que ella le invitara a seguir con un asentimiento de cabeza—. Le diré a tu padre que no... me casaré contigo.
Ella apretó los labios y luego asintió con lentitud. Al llegar a las escaleras, la joven se sujetó con su mano enguantada del barandal y ambos comenzaron a descender.
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La forjadora de bestias
RandomY el príncipe y la princesa vivieron felices por siempre, pero... ¿y si el príncipe se enamorara de la bruja?