Negación

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La mañana dio paso a la tarde y la tarde a la noche. Sakura se había quedado dormida prácticamente mientras él había estado al pendiente de absolutamente todo lo que escuchaba afuera. No había oído el grupo de caballos alejándose, por lo tanto, suponía que ellos aún estaban allí. 

Cuando ella abrió sus ojos y elevó su cabeza como para buscar algo que no estaba allí, se dio cuenta de que se había quedado dormida. 

Azorada, carraspeó con suavidad y preguntó:

—¿Ya se han ido? 

—Aún no. Estoy comenzando a creer que en verdad nos obligarán a quedarnos aquí por un largo tiempo. 

Sakura, preocupada, intentó pensar en un modo de salir de allí sin riesgo de ser perseguidos.
—No podemos esperar tanto, ya de por sí es incómodo...

—Pues no pareció que pensaras lo mismo durante tu siesta. 

Ella se sonrojó y agradeció que no la viera.

—Hablaba de que... ¡bah!, nunca entiendes nada.

—¿Podrías sentarte sobre mi pierna izquierda? Ya no siento la derecha.

Ella ahogó a una carcajada que sonó como a una tos ahogada, se puso de pie y en vez de sentarse con él de nuevo, comenzó a observar lo poco que alcanzaba a ver en la oscuridad. La luz debajo de la rendija de la puerta le servía de algo, pero igual no encontró nada. 

—Necesitamos un distractor. 

—¿Por qué no los duermes a todos? —preguntó y ella soltó una carcajada falsa en voz baja. 

—No puedo hacer eso. 

—¿Por qué no?

—Porque tengo que estar cerca de ellos para hacerlo; tocarlos, y tendría que hacerlo de uno por uno. Alguno de ellos nos atraparía antes de que logre dormirlos a todos.

Shaoran se obligó a pensar en una manera de escapar porque, decididamente, se negaba a pasar una noche completa en ese pequeño cuarto en el que ninguno de los dos podría dormir en paz. 

Se pasó una mano por el cabello y suspiró sin saber qué hacer. 

—Al menos pudiste habernos metido en una habitación y no en este cuchitril —la molestó deliberadamente. 

—Lo siento por haberte salvado el pellejo, alteza. Debería haberte dejado afuera.
Sonrió en la oscuridad ante el tono lleno de enojo de ella. Sakura pensó y luego observó hacia arriba, el techo era bajo. 

—Shaoran —susurró.

—¿Qué? 

—Necesito subirme sobre ti.

—Eres bienvenida —dijo con mofa. Sakura lo miró sin comprender, pero igual él no se percató de eso porque no la veía. 

—Párate —le ordenó y él ladeó la cabeza en señal de confusión.

—¿No dijiste que te subirías? —comentó palmeando sus piernas.

—Sí, sobre tus hombros. Ahora deja de decir estupideces y ven aquí.

Shaoran sonrió divertido y avanzó hasta ella para luego inclinarse y apoyar una rodilla en el suelo de manera que ella pudiese subir las piernas sobre sus hombros.

—Dios, cómo pesas —se quejó y ella le dio un manotazo en la coronilla. 

Shaoran soltó un sonido casi inaudible de falso dolor y cuando se incorporó, ella se sujetó a su frente. 

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora