Festival

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Ya alrededor de la fogata luego de que ambas terminaron de secarse, vestirse y estuvieron cómodas de nuevo, Shaoran les repartió la comida. 

Touya observó con algo de desagrado la pera que le había tocado y dijo:

—Odio las peras, ¿alguien la quiere? 

Tomoyo observó su manzana con gesto crítico como si estuviese pensando muy seriamente en intercambiarla porque, aunque no le gustaban para nada las manzanas, preferiría comerla que hacer un intercambio con él. Al final suspiró y le alargó la manzana; tenía que aprender a dejar su orgullo de lado. 

—Me refería a alguno de ellos dos —sostuvo él señalando a Sakura y a Shaoran. 

Tomoyo entornó los ojos, se puso de pie, llegó hasta él y le arrebató la fruta de la mano para poner la manzana en ella después.

—No creas que a mí me agrada intercambiar comida contigo. 

Touya se llevó la manzana a los labios y la mordió con expresión desinteresada mientras la chica regresaba a su lugar, en cuanto terminó, calentó un poco de agua en el posillo de metal que el más joven llevaba en su bolso de viaje desde que Sakura lo había usado por primera vez.

Los dedos de la joven se crisparon y, nerviosa, observó el posillo pasar de mano en mano luego de que el agua se enfrió un poco. Cuando Tomoyo se lo alargó, ella dudó unos segundos, pero las miradas extrañadas de todos la hicieron sentirse analizada y negó con la cabeza. 

—Tómenla ustedes, no tengo sed. 

Nadie le llevó la contra. Sakura no sabía qué era lo que le pasaba cada vez que tocaba algo de metal, pero en definitiva no deseaba que nadie más lo viera.

Las provisiones, que consistían en frutas, verduras y otros alimentos no perecederos les provocaron una sensación de alivio al comer. No habían podido comer nada en el camino, así que lo poco que consumieron en ese momento les vino de perlas. 

Shaoran señaló el caballo pinto y miró a Touya.

—El caballo es muy hermoso y obediente. Parece entrenado.

—Yo también lo noté —dijo Tomoyo rápidamente y asintió con la cabeza—. No tuve ningún problema al montarlo, fue casi como si pudiese leer mi mente. 

Shaoran le dio la razón.

—Es difícil hallar caballos tan mansos. Generalmente valen una fortuna.

Lo último lo dijo con una mirada llena de guasa dirigida hacia el sujeto frente a él. Touya alzó las cejas.

—¿Insinúas que lo robé? —preguntó con una sonrisa maquiavélica.

—Para nada. —La ironía en la voz del ambarino le causó gracia a Touya—. Solo señalaba lo obvio.

—¿Por qué tendría que haberlo robado? —preguntó Tomoyo confundida.

—Lo que sucede es que Touya se presentó a sí mismo como un ladrón desde un inicio —explicó Shaoran. 

Sakura le dio una mirada de molestia al de ojos miel.

—En su beneficio, él dijo que solo robaba personas —señaló Sakura y Shaoran la observó con diversión ante el hecho repentino de que hubiese salido en su defensa.

—En su beneficio, por supuesto, porque claro, robar personas no es tan malo como robar caballos. 

Ella se sonrojó y puso los ojos en blanco.

Tomoyo observó a Touya con una extraña sensación de desagrado y desasosiego. Cada minuto que pasaba empeoraba la idea que tenía de él. Sin embargo, el muchacho hizo frente a su mirada como si el hecho de su reprobación implícita en el modo en el que lo observaba, le importase un grano de arena. 

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora