Errores

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Entendía a la joven entre sus brazos; a merced de la realidad, sin nada que pudiese soportarla ni apoyarla; sin memorias. Era obvio que los instintos tomarían un lugar importante. 

Con su toque la relajó tanto que la joven pareció quedarse dormida y no fue hasta unos minutos después, que Touya llegó hasta ellas. 

—¿Qué haces aquí? —le preguntó en un susurro la muchacha. 

—Era venir por ustedes o limpiar la cocina —señaló con desgana—. Shaoran se quedó a limpiar.

Sakura alzó la mirada a él con una ceja enarcada. 

—¿Qué intentas? 

—¿Disculpa? 

—Te pregunté que qué intentas. Sacándola así de sus casillas y aprovechando cada oportunidad que tienes para aguijonearla y atacarla. ¿Qué rayos pasa contigo? ¿Por qué la tratas así? Entiendo que no te agraden los nobles, pero Tomoyo no se merece ese comportamiento de tu parte. 

—¿Y tú que sabes? 

La pregunta fue tan filosa que incluso ella sintió un escalofrío bajando por su espalda. Touya parecía muy molesto, pero en cuestión de segundos se recompuso y volvió a su expresión indiferente. 

—¿Por qué lo haces? —quiso saber de nuevo y Touya suspiró. 

—Lo hago por mí. 

Ante aquellas palabras, Sakura lo observó con los ojos entrecerrados sin poder sacar nada de ello. 

—Yo la llevaré. Vamos. Hay que regresar. 

Casi le arrancó a Tomoyo de los brazos y comenzó a caminar hacia la casa. Sakura se puso en pie y avanzó rápido tras él. 

—¿Podrías al menos intentar ser más agradable? 

Touya murmuró algo ininteligible y ella, frustrada, se colocó al frente de él impidiéndole el paso hacia las escaleras del pórtico.

—Será mejor que lo hagas o te juro que me comeré tu cabeza. Quizá no lo entiendas, pero perder tus memorias es algo realmente terrible; hay un vacío que solo se puede llenar de instintos y emociones. 

—Yo no siento lástima por ella.

—No digo que deberías sentir lástima, pero como mínimo deberías ser más respetuoso con ella y no solo por su situación sino porque es una chica. Shaoran me ha enseñado eso. Toda la vida creí que era normal que la gente me tratara mal... —la voz se le quebró y se llevó las yemas de los dedos a la frente—, pero él me enseñó que un hombre de verdad debe tratar bien a cualquier persona sin importar su rango o su clase, su manera de ser o...

—Ya, ya... tu príncipe es perfecto, lo entiendo. Yo no soy así. 

—Él no es perfecto —defendió ella ofendida—, tiene sus defectos, pero yo... 

Se quedó callada y se aclaró la garganta con mirada perdida. 

—¿Tú qué? —preguntó suspicaz. Sakura se mordió el labio inferior. 

—Yo... yo... nada... no iba a decir nada —mintió con un temblor interno sacudiéndola. 

Touya bufó, la pasó de largo y entró a la casa dejándola de espaldas a la escalera y la puerta. Miró hacia la oscuridad de la noche y se dejó caer en el primer escalón con gesto sorprendido. 

—¿Pero qué rayos, Sakura? —se dijo mientras llevaba sus manos a su cabeza y negaba con efusividad—. Estúpida, estúpida... ¿amo sus defectos? —repitió las palabras que habían cruzado en su mente en aquel punto y volvió a negar con la cabeza. 

La forjadora de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora